La huella de Raimondi
Fuente: El Comercio suplemento Dominical
Publicado el 13 de mayo, 1884. Diez años después de que el naturalista Antonio Raimondi escribiera el primer tomo de su libro “El Perú”, en El Comercio Emiliano Llona recordaba las palabras del sabio a los jóvenes.
“La importancia de las palabras de Antonio Raimondi con relación al porvenir científico e industrial del país, es tal, al dirigirse a la juventud peruana, que se hace necesario reproducirlas por entero:
“Actualmente una sola idea me atormenta y es la continua duda de que no me alcance la vida para dar cima a mi atrevida empresa. Sin embargo, una dulce esperanza me alimenta, y es la de que no faltará quien siga el camino que me cabe la satisfacción de haber trazado, puesto que veo con sumo agrado despertarse entre los jóvenes del país, el amor a las ciencias físicas y naturales.
¡Sí, jóvenes peruanos! Mi esperanza está en vosotros; y ya que os he dedicado la primera página de esta obra que lleva el nombre de “El Perú”, vuestra patria, permitidme que os dedique también los últimos renglones de esta parte preliminar.
¡Jóvenes peruanos! Confiado en mi entusiasmo he emprendido un arduo trabajo muy superior a mis fuerzas. Os pido vuestro concurso. Ayudadme. Dad tregua a la política, y consagraos a hacer conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene.
Repartidos en todas partes del Perú, os halláis cada uno en condiciones especiales, y os será fácil estudiar el lugar donde habéis nacido y pasado vuestra infancia. Según vuestra inclinación natural, podéis ocuparos de tal o cual ciencia [] Sabed que los objetos, hechos y fenómenos más vulgares, a los que no dais importancia alguna, porque los observáis todos los días, tienen siempre para la ciencia su lado útil; y aun los dichos, tradiciones y hasta preocupaciones de la raza indígena, que a primera vista parecen absurdos, sometidos al crisol del criterio, se descubre casi siempre en ellos alguna verdad, que ha sido solamente malinterpretada.
Cada uno de vosotros, oh jóvenes peruanos, distribuidos en todos los ángulos de
El estudio de la naturaleza, a más de ser provechoso al país, ofrece una fuente inagotable de agradables sensaciones.
La soledad, las privaciones, las desgracias, el peligro; todo desaparecía cuando mi mente se hallaba ocupada en la interpretación de algún admirable fenómeno. ¡Qué inmensa satisfacción experimentaba al poder levantar un extremo de su misterioso velo y descubrir alguno de sus secretos!
¡Jóvenes peruanos! Feliz yo, si pudiera infundir en vosotros el amor al estudio de la naturaleza y haceros participar de los goces y delicias con que ha llenado toda mi vida. El tema que aquella ofrece es tan grande, tan vasto, tan inmenso, que mi lengua enmudece. Permitidme, pues, que tome prestadas las palabras de uno de sus más entusiastas admiradores, con las que voy a concluir este libro. Es el naturalista Virey quien habla:
¡Qué bellas es esta naturaleza activa y viviente! ¿Cómo brillan su opulencia y fecundidad! ¡Qué inagotable es en los tesoros de sus producciones! ¡El universo es la sola barrera de su dominio, desde el astro de la luz hasta el animáculo microscópico Ella sola puede satisfacer la ardiente energía del alma, y llenar todos los corazones. ¿Qué es delante de sus inmortales obras, la fútil palabrería de los mortales? Qué alma ulcerada por el sentimiento de la injusticia; qué corazón desgarrado por la desgracia, oprimido bajo el peso de las miserias humanas, subyugado por la tiranía, no puede hallar un bálsamo consolador en su sublime estudio? ¿La naturaleza no es al mismo tiempo, una benefactora poderosa y sabia? ¿No colma ella de delicias toda la vida de aquel que escucha sus lecciones y sigue sus consejos? ¿No viene a ser también el encanto del corazón y la antorcha del pensamiento? Ella es quien embellece las edades, adorna los sexos, dirige la conducta y regulariza todas las acciones, con sabiduría; eleva un templo a la virtud, encadena los vicios y rechaza el error. ¡Ah! ¡Desgraciado de aquel que desprecia las leyes de la naturaleza! [...] solo por haberlas depreciado o destruido por la corrupción, han desaparecido de la superficie del mundo tantos pueblos o han caído en un dédalo inextricable de calamidades.”
Ojalá que los saludables consejos dados por Raimondi en 1874 sean seguidos desde hoy y las hermosas frases del naturalista a quien cita; por la juventud peruana que tiene a su cargo la tarea ardua, mas no imposible, de reconstruir el porvenir de su patria sobre las ruinas informes del pasado!”
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