Fuente:
Sapiens.ya.com
Por:
Carlos Toledo Quiñones
El cuento es una especie narrativa reciente en
la literatura regional de Ancash. Y como es natural, su estudio obliga a ser
acuciosos en revelar su realidad, puesto que ya se ha hecho una costumbre
inveterada enumerar autores y obras que, en muchos casos, no existen, ni
publicadas, ni inéditas.
Navegar en la lluvia.
Antología del cuento
ancashino, de
Ricardo Ayllón
|
De lo hallado en
libros, podemos anotar que la inquietud editorial nace en el período
finisecular del XIX y con la actitud muy propia de esa época de imitar la moda
capitalina. Y es el caracino Celso V. Torres quien emprende la imitación
solitaria y tardía del romanticismo, a la sombra de Ricardo Palma, escribiendo
tradiciones; y publica Yaravíes y Huayñus (Lima 1888)[1], que apareció en su
segunda edición con el título de Nueva colección de yaravíes (Lima 1903)[2],
mientras que sus pícaras tradiciones aparecen en el periódico caracino Prensa
de Huaylas (entre 1903 y 1917), de las que envía algunas al tradicionista limeño, quien, haciéndoles algunos retoques,
las incluye en sus Tradiciones Peruanas, tomo V.
Esta apreciación es
también la que tiene Ricardo Ayllón (Chimbote, 1969) en Navegar en la lluvia (Universidad Inca
Garcilaso de la Vega. Fondo Editorial, Lima 2003). Por ello me voy a detener en
el Prólogo del mismo, que invita a destacar ideas, aciertos y a despejar disquisiciones que se han hecho
tradición y no razón.
El empeño de Ayllón en mostrar la cuentística
ancashina le lleva a presentar a los autores del cuento ancashino a partir de
los años 50, si los ubicamos cronológicamente.
En la periodización de
la literatura ancashina, como en la de otras literaturas regionales, criterios
para ubicar las obras y los movimientos se ciñen a la visión limeña. Estos
tientan también a Ricardo, matizándolos con apreciaciones que contribuyen a la
recodificación de obras y autores de esta parte del país.
Ayllón dice:
“…la dimensión
narrativa de Ancash no es apreciable solamente por tan significativos aportes
[de las tentativas narrativas de finales del S. XIX y primera mitad del S. XX],
sino además –y preferentemente en la zona andina– por el valiosísimo legado y
presencia de la tradición oral, que actúa como legítimo sedimento de la
realización de una cuentística con rasgos de autenticidad”.
Más adelante agrega:
“…es también tarea del
cuento que se practica en Ancash a partir de detalles intrínsecos de lo
ancashino, como el manejo lingüístico (español quechuizado), la excesiva
presencia del paisaje, la tipología anímica y fisiológica del hombre andino y
costeño, o la historia regional”.
Como se puede apreciar
en la cita, Ricardo Ayllón no solo destaca el aspecto cultural, lingüístico,
natural y psicológico de la narrativa ancashina, sino también el hecho de ser
el hombre protagonista de su destino histórico.
Atendiendo a estas
apreciaciones, podríamos pensar que ya se ha estructurado el cuento ancashino,
o diríamos que ya se ha escrito el cuento que sintetiza el alma de estos
pueblos con diversidad de climas, paisajes
y pensamientos. A nuestro entender, ese cuento o esa novela aún están
por venir. Pero sí compartimos con Ricardo la apreciación de que en Ancash
existen grandes y variados temas que aún no han sido tratados. Lo acontecido
con la guerra de la Independencia y la guerra con Chile, mencionadas por
Ayllón, parece que se diluyeron en versiones orales que permanecen latentes
para crear la gesta. Sobre este particular, recordamos el cuento de Zavaleta
“Herido de guerra”. La revolución campesina de 1880 ha servido de argumento
para el cuento magistral de Óscar Colchado Lucio, “Cordillera negra”, y la
novela de Marcos Yauri Montero No preguntes quién ha muerto. Pero es en los
personajes de Zavaleta en los cuales encontramos el alma del ancashino serrano;
y del hombre que trasmontó los andes para asentarse en la costa, nos hablan los
cuentos de Antonio Salinas; y el hombre de la costa con su herencia
mítico-andina está en Julio Ortega y también en Colchado. Tales narraciones
aparecen en la antología que nos ofrece Ayllón, y se constituyen en
representativas de nuestra cuentística regional, a excepción de la narrativa de
Yauri, excelente poeta que devino en novelista. Y, por cierto, no es el único
que ha trabajado con la oralidad regional, pues no podemos dejar de mencionar
junto a él, ya antecediéndole o continuando la tarea, a Santiago Antúnez de
Mayolo, Justo Fernández Cuenca, César Ángeles Caballero, Augusto Alba Herrera,
Augusto Soriano Infante, Julio Collazos, Maurilio Mejía, Plighio Hidalgo,
Américo Portella, Santiago Márquez Zorrilla, Román Obregón, Rómulo Pajuelo,
César Ropón, entre otros.
Ayllón inicia sus
apreciaciones de la cuentística ancashina recurriendo a nombres que la
tradición nos ha proporcionado. Incursiona en el momento más sensible de la
historiografía literaria, de la cual conservamos pocos títulos difundidos y
conocidos y a la que César Ángeles Caballero ensalzó con la mención de
múltiples obras, de las cuales se guarda el recuerdo, pero su escasa difusión
no ha permitido enjuiciarlas debidamente y someterlas al termómetro crítico; y
recae en la inclinación de Manuel Reina Loli por la necesidad de considerar
todo escrito aparecido en revista, periódico o cualquier otra forma de
publicación para el estudio de nuestra literatura.
La tarea es difícil,
pero hay la necesidad de tamizar y emprender la comprensión de la historia de
la literatura regional, por ello es un gran aporte la entrega de Ayllón.
Al igual que nosotros,
Marcos Yauri dice:
“En la literatura
ancashina, a fines del s. XIX y primera décadas del XX pocos escritores
produjeron y publicaron libros, otros pocos han dejado inéditos; los demás
publicaron sus escasas producciones en periódicos y revistas…”. (Yauri:
2001).
Pues nuestra vida
cultural en los primeros años del siglo XX no fue muy dinámica, pero sí hubo
una intensa actividad periodística y de exhibición cinematográfica, junto a la
de los integrantes del Grupo Literario “Vesperal”, que se habrían constituido
en los fantasmas demoníacos de esos años ya que su lectura de los Malditos los
llevó a poses y actitudes que enervaron la pacata moralidad local.
El Padre Gridilla, en
Huaraz, apuntes i documentos para la historia de la ciudad (1933), dice:
“La importancia de la
prensa es muy grande y sublime su misión; pero a la vez es un arma de dos filos peligrosísima si no
se le sabe manejar. Con la prensa, sucede lo que con el cine: ambas son
invenciones portentosas, pero que lo mismo pueden servir para el bien que para el mal. Una buena
película ilustra y entretiene. Una cinta de subidos colores (son por desgracia
las que abundan, y las que prefiere el gusto estragado y morboso) enseña el vicio
y corrompe el corazón (…) Y así como hay temperamentos morbosos que prefieren
en el cine lo más inmundo, los hay también para el periódico. ¿Se trata de algo
escandaloso?... Pues la edición se agota; la hoja es leída con avidez y hasta
la arrebatan de la mano. Hay películas que corrompen el corazón y destruyen la
virtud, como hay escritores cuyas plumas no solo destilan tinta que mancha,
sino veneno que intosiga (sic) y mata”. (Gridilla: 1933, 138-139).
De allí que nos llama
la atención la mención por parte de Ayllón de Manuel Tapia (1869-1909) como
cuentista, quien no ha dejado libro édito, y si lo dejó organizado, como dice
Manuel Reina Loli, no se lo conoce. No obstante, Ricardo le reconoce como uno
de los “principales exponentes”. Junto a Tapia nombra a Aurelio Arnao
(1868-1940) de quien dijera Aurelio Miro Quesada, refiriéndose a Cuentos
Peruanos. Relatos del ambiente nacional (1939):
“Sin intentar el vuelo
ágil pero impreciso de la Tradición, los cronicones de Arnao, fielmente ceñidos
a la historia, han hecho desfilar ante nosotros las figuras gallardas de los
que él llama “hombres de presa” de la Conquista, las andanzas sangrientas y
resonantes de las guerras civiles, junto a la galantería –mezclada con lances y
estocadas– de las intrigas amorosas, el remanso apacible de los claustros serenos
de los conventos, o el derroche ostentoso de los festejos virreynales. En todos
los casos, la animación es suya, pero el tema se acoge a un documento. Como los
poetas del mester de clerencía, podría decir a cada instante: ‘Escrito lo
encontramos; es verdadera historia’”.
Y agrega más adelante:
“Los que se adaptan con
justicia al significativo nombre de ‘Cuentos peruanos’, son aquellos que su
autor sitúa –o, por mejor decir, encuentra– en su nativo departamento de
Ancash. Allí están “El pistacho”, “la despenadora”, “Las dos heredades”, “La
jornada de Yauripoma”, que Arnao nos relata con doloroso y preciso realismo
(Arnao: 1939, X-XI).
Y es pertinente
resaltar que no es precisamente una visión feliz la que tiene Arnao del indio.
Pero sí es precisa la
mención que Ayllón hace de Joaquín Ruiz Huidobro, cuentista autodidacta que en 1922 obtiene mención
honrosa en el Concurso de Cuento convocado por la Sociedad Entre Nous, bajo el
auspicio del Ministerio Educación de España, de las revistas Variedades,
Mundial y Mercurio Peruano, así como de los diarios El Comercio y La Crónica,
con el cuento “Aquel panfletario”, que da nombre al libro de cuentos que
publica en 1926, del cual Francisco García Calderón dice:
“Noto en la nueva
generación peruana el gusto por un género que parecía olvidado o desdeñado: el
cuento. En vez del lirismo que se extravía o de la retórica, la observación
precisa de costumbres nacionales, la atención fervorosa a las cosas
circunstantes...”.
Se encuentra en Ruiz
Huidobro la concepción utilitaria de la literatura, pues se dice en el libro:
“El escritor tiene,
porque debe tenerla, una misión docente y apostólica. Debe ser un propagandista
del Bien. No debe cosechar las plantas venenosas, ni cultivar los arbustos de
la ponzoña”. (Ruiz Huidobro: 1926, XI).
Otro de los mencionados
por Ayllón es Ladislao Meza (1893-1925), quien ha dejado su huella como
periodista en Variedades y Lulú, y a quien le han creado un halo de cuentista y
de hombre de teatro, distrayendo la verdadera valía de su pluma periodística y
la de ensayo, que destacan ante su flojo manejo de las dos especies, y le
enaltecen.
Y de todos los
nombrados, el más flojo “cogñac” es seguramente Teófilo V. Méndez.
Estas apreciaciones,
que de ninguna manera tratan de enfrentarse a las de Ayllón, pretenden
únicamente despertar la inquietud por la lectura y la investigación, tan
necesarias en nuestro medio.
Quiero destacar que la
antología publicada por Ricardo Ayllón es un esfuerzo que aún no se había hecho
en Ancash, que él lo inicia para configurar el estudio del cuento ancashino y
develar el valor de los autores que integran el libro, que a decir de algunos
será con la trillada frase de “que no están todos, ni todos los que están son”.
Con el trabajo de
Ayllón se apertura un gran desafío, porque es la primera antología integradora
que se publica en toda la historia de la literatura regional de Ancash, en la
que encontramos las propuestas y los criterios utilizados para la selección de
los trabajos, sin sacrificar el valor estético. Por ello no aparecen muchos que
habiendo publicado libros, no pasaron por el tamiz de Ayllón al no haber
superado el intento escritudinal. Nos complace que estén los más destacados
cuentistas ancashinos, como: Carlos Eduardo Zavaleta, Óscar Colchado Lucio,
Antonio Salinas y Julio Ortega.
El antologador
manifiesta que en la voz de Macedonio Villafán “se suele encontrar lugares
comunes con Colchado, si se mira desde el estrecho enfoque de la temática o el
uso del lenguaje”, a nuestro entender tiene él una propuesta cuentística que
aún no se ha desarrollado.
Rosa Cerna Guardia,
galardonada con premios nacionales en cuento, tiene una temática orientada a la
lectura de los niños, y ha sido capaz de recrear la literatura oral. En su
libro Una flor de cuentos, premio Horacio Zevallos, incursiona en la ficción
con base mítica prehispánica.
El poeta Román Obregón
Figueroa, con “Iglú”, nos introduce en el cuento que tiene como temática la
catástrofe del 70, tema que no se explota aún por parte de otros escritores.
Dante Lecca, al igual
que Obregón, es más poeta que cuentista.
En la antología que nos
ocupa, Ricardo Ayllón incluye a Ítalo Morales y Enrique Tamay, por quienes
apuesta.
Saca del anonimato a
Ólger Melgarejo Rodríguez, que ha empezado a difundir su libro de cuentos este
año con temática andina, cuyos escenarios son la costa y la sierra.
Para finalizar, no
podemos dejar de mencionar la Antología de literatos ancashinos (1936), de Leandro Barrionuevo, la Antología de la
tradición y la leyenda ancashinas (1946) de Justo Fernández, que se hermanan
con Navegar en la lluvia. Antología del cuento ancashino, preparada por Ricardo
Ayllón, que es una magnífica contribución para el conocimiento de nuestra
Literatura Regional.
Ricardo Ayllón es un
fino poeta que nos ha deleitado también con su cuentística, que hace gala de
modestia al no incluirse en la mencionada antología. La seriedad en su trabajo
es el aval para que la Universidad Inca Garcilaso de la Vega ofrezca con su
sello editorial este libro a Ancash y al Perú, dándolo a conocer como parte de
ese bullir provinciano que alza cada vez más las voces que van de Puno a Piura,
de Huancayo a Huánuco, y ahora Ancash.
Navegar en la
lluvia es un paso en la forja de nuestra
identidad.
BIBLIOGRAFÍA
ARNAO, Aurelio. Cuentos
Peruanos. Relatos del ambiente nacional. Imprenta de la Empresa Editora “Rímac”
S.A. Lima, 1939.
GRIDILLA, Alberto.
Huaraz. Apuntes y documentos para la historia de la ciudad. Tipografía “La
Época”. Huaraz, 1933.
REINA LOLI, Manuel.
“Doscientos años de literatura ancashina”. En: Asterisco. Revista Cuatrimensual
de Actualidad y Cultura. Segunda Época. Tercer Milenio. Siglo XXI. N° 8-9.
Huaraz, abril 2 001.
RUIZ HUIDOBRO, José.
Aquel panfletario… Cuentos. Talleres Tipográficos de “El Lucero”. Huaraz, 1926.
TOLEDO QUIÑONES,
Carlos. “Inicios de la literatura en Ancash”. En: Asterisco. Revista
Cuatrimensual de Actualidad y Cultura. Segunda Época. N° 7. Huaraz, noviembre 2
000. _____________________________ “Sobre la literatura regional en Ancash”.
En: Asterisco. Revista Cuatrimensual de Actualidad y Cultura. Segunda Época.
Tercer Milenio. Siglo XXI. N° 8-9. Huaraz, abril 2 001.
YAURI MONTERO, Marcos.
“Silencio e intencionalidad en la historia de la literatura ancashina”. En:
Asterisco. Revista Cuatrimensual de Actualidad y Cultura. Segunda Época. Tercer
Milenio. Siglo XXI. N° 8-9. Huaraz, abril 2 001.
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