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miércoles, 25 de enero de 2012

Navegar en la lluvia. Antología del cuento ancashino, de Ricardo Ayllón

Por: Carlos Toledo Quiñones
 El cuento es una especie narrativa reciente en la literatura regional de Ancash. Y como es natural, su estudio obliga a ser acuciosos en revelar su realidad, puesto que ya se ha hecho una costumbre inveterada enumerar autores y obras que, en muchos casos, no existen, ni publicadas, ni inéditas.
Navegar en la lluvia. 
Antología del cuento 
ancashino, de 
Ricardo Ayllón  
Tal imposibilidad de acceder a ella, después de indagar por su existencia, en bibliotecas y en posibles informantes, acrecienta su pobreza.
De lo hallado en libros, podemos anotar que la inquietud editorial nace en el período finisecular del XIX y con la actitud muy propia de esa época de imitar la moda capitalina. Y es el caracino Celso V. Torres quien emprende la imitación solitaria y tardía del romanticismo, a la sombra de Ricardo Palma, escribiendo tradiciones; y publica Yaravíes y Huayñus (Lima 1888)[1], que apareció en su segunda edición con el título de Nueva colección de yaravíes (Lima 1903)[2], mientras que sus pícaras tradiciones aparecen en el periódico caracino Prensa de Huaylas (entre 1903 y 1917), de las que envía algunas al tradicionista  limeño, quien, haciéndoles algunos retoques, las incluye en sus Tradiciones Peruanas, tomo V.
Esta apreciación es también la que tiene Ricardo Ayllón (Chimbote, 1969) en  Navegar en la lluvia (Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Fondo Editorial, Lima 2003). Por ello me voy a detener en el Prólogo del mismo, que invita a destacar ideas, aciertos  y a despejar disquisiciones que se han hecho tradición y no razón.
El  empeño de Ayllón en mostrar la cuentística ancashina le lleva a presentar a los autores del cuento ancashino a partir de los años 50, si los ubicamos cronológicamente.
En la periodización de la literatura ancashina, como en la de otras literaturas regionales, criterios para ubicar las obras y los movimientos se ciñen a la visión limeña. Estos tientan también a Ricardo, matizándolos con apreciaciones que contribuyen a la recodificación de obras y autores de esta parte del país.
Ayllón dice:
“…la dimensión narrativa de Ancash no es apreciable solamente por tan significativos aportes [de las tentativas narrativas de finales del S. XIX y primera mitad del S. XX], sino además –y preferentemente en la zona andina– por el valiosísimo legado y presencia de la tradición oral, que actúa como legítimo sedimento de la realización de una cuentística con rasgos de autenticidad”.
Más adelante agrega:
“…es también tarea del cuento que se practica en Ancash a partir de detalles intrínsecos de lo ancashino, como el manejo lingüístico (español quechuizado), la excesiva presencia del paisaje, la tipología anímica y fisiológica del hombre andino y costeño, o la historia regional”.
Como se puede apreciar en la cita, Ricardo Ayllón no solo destaca el aspecto cultural, lingüístico, natural y psicológico de la narrativa ancashina, sino también el hecho de ser el hombre protagonista de su destino histórico.
Atendiendo a estas apreciaciones, podríamos pensar que ya se ha estructurado el cuento ancashino, o diríamos que ya se ha escrito el cuento que sintetiza el alma de estos pueblos con diversidad de climas, paisajes  y pensamientos. A nuestro entender, ese cuento o esa novela aún están por venir. Pero sí compartimos con Ricardo la apreciación de que en Ancash existen grandes y variados temas que aún no han sido tratados. Lo acontecido con la guerra de la Independencia y la guerra con Chile, mencionadas por Ayllón, parece que se diluyeron en versiones orales que permanecen latentes para crear la gesta. Sobre este particular, recordamos el cuento de Zavaleta “Herido de guerra”. La revolución campesina de 1880 ha servido de argumento para el cuento magistral de Óscar Colchado Lucio, “Cordillera negra”, y la novela de Marcos Yauri Montero No preguntes quién ha muerto. Pero es en los personajes de Zavaleta en los cuales encontramos el alma del ancashino serrano; y del hombre que trasmontó los andes para asentarse en la costa, nos hablan los cuentos de Antonio Salinas; y el hombre de la costa con su herencia mítico-andina está en Julio Ortega y también en Colchado. Tales narraciones aparecen en la antología que nos ofrece Ayllón, y se constituyen en representativas de nuestra cuentística regional, a excepción de la narrativa de Yauri, excelente poeta que devino en novelista. Y, por cierto, no es el único que ha trabajado con la oralidad regional, pues no podemos dejar de mencionar junto a él, ya antecediéndole o continuando la tarea, a Santiago Antúnez de Mayolo, Justo Fernández Cuenca, César Ángeles Caballero, Augusto Alba Herrera, Augusto Soriano Infante, Julio Collazos, Maurilio Mejía, Plighio Hidalgo, Américo Portella, Santiago Márquez Zorrilla, Román Obregón, Rómulo Pajuelo, César Ropón, entre otros.
Ayllón inicia sus apreciaciones de la cuentística ancashina recurriendo a nombres que la tradición nos ha proporcionado. Incursiona en el momento más sensible de la historiografía literaria, de la cual conservamos pocos títulos difundidos y conocidos y a la que César Ángeles Caballero ensalzó con la mención de múltiples obras, de las cuales se guarda el recuerdo, pero su escasa difusión no ha permitido enjuiciarlas debidamente y someterlas al termómetro crítico; y recae en la inclinación de Manuel Reina Loli por la necesidad de considerar todo escrito aparecido en revista, periódico o cualquier otra forma de publicación para el estudio de nuestra literatura.
La tarea es difícil, pero hay la necesidad de tamizar y emprender la comprensión de la historia de la literatura regional, por ello es un gran aporte la entrega de Ayllón.
Al igual que nosotros, Marcos Yauri dice:
“En la literatura ancashina, a fines del s. XIX y primera décadas del XX pocos escritores produjeron y publicaron libros, otros pocos han dejado inéditos; los demás publicaron sus escasas producciones en periódicos y revistas…”. (Yauri: 2001).      
Pues nuestra vida cultural en los primeros años del siglo XX no fue muy dinámica, pero sí hubo una intensa actividad periodística y de exhibición cinematográfica, junto a la de los integrantes del Grupo Literario “Vesperal”, que se habrían constituido en los fantasmas demoníacos de esos años ya que su lectura de los Malditos los llevó a poses y actitudes que enervaron la pacata moralidad local.
El Padre Gridilla, en Huaraz, apuntes i documentos para la historia de la ciudad (1933), dice:
“La importancia de la prensa es muy grande y sublime su misión; pero a la vez  es un arma de dos filos peligrosísima si no se le sabe manejar. Con la prensa, sucede lo que con el cine: ambas son invenciones portentosas, pero que lo mismo pueden servir  para el bien que para el mal. Una buena película ilustra y entretiene. Una cinta de subidos colores (son por desgracia las que abundan, y las que prefiere el gusto estragado y morboso) enseña el vicio y corrompe el corazón (…) Y así como hay temperamentos morbosos que prefieren en el cine lo más inmundo, los hay también para el periódico. ¿Se trata de algo escandaloso?... Pues la edición se agota; la hoja es leída con avidez y hasta la arrebatan de la mano. Hay películas que corrompen el corazón y destruyen la virtud, como hay escritores cuyas plumas no solo destilan tinta que mancha, sino veneno que intosiga (sic) y mata”. (Gridilla: 1933, 138-139).
De allí que nos llama la atención la mención por parte de Ayllón de Manuel Tapia (1869-1909) como cuentista, quien no ha dejado libro édito, y si lo dejó organizado, como dice Manuel Reina Loli, no se lo conoce. No obstante, Ricardo le reconoce como uno de los “principales exponentes”. Junto a Tapia nombra a Aurelio Arnao (1868-1940) de quien dijera Aurelio Miro Quesada, refiriéndose a Cuentos Peruanos. Relatos del ambiente nacional (1939):
“Sin intentar el vuelo ágil pero impreciso de la Tradición, los cronicones de Arnao, fielmente ceñidos a la historia, han hecho desfilar ante nosotros las figuras gallardas de los que él llama “hombres de presa” de la Conquista, las andanzas sangrientas y resonantes de las guerras civiles, junto a la galantería –mezclada con lances y estocadas– de las intrigas amorosas, el remanso apacible de los claustros serenos de los conventos, o el derroche ostentoso de los festejos virreynales. En todos los casos, la animación es suya, pero el tema se acoge a un documento. Como los poetas del mester de clerencía, podría decir a cada instante: ‘Escrito lo encontramos; es verdadera historia’”.
Y agrega más adelante:
“Los que se adaptan con justicia al significativo nombre de ‘Cuentos peruanos’, son aquellos que su autor sitúa –o, por mejor decir, encuentra– en su nativo departamento de Ancash. Allí están “El pistacho”, “la despenadora”, “Las dos heredades”, “La jornada de Yauripoma”, que Arnao nos relata con doloroso y preciso realismo (Arnao: 1939, X-XI).
Y es pertinente resaltar que no es precisamente una visión feliz la que tiene Arnao del indio.
Pero sí es precisa la mención que Ayllón hace de Joaquín Ruiz Huidobro, cuentista  autodidacta que en 1922 obtiene mención honrosa en el Concurso de Cuento convocado por la Sociedad Entre Nous, bajo el auspicio del Ministerio Educación de España, de las revistas Variedades, Mundial y Mercurio Peruano, así como de los diarios El Comercio y La Crónica, con el cuento “Aquel panfletario”, que da nombre al libro de cuentos que publica en 1926, del cual Francisco García Calderón dice:
“Noto en la nueva generación peruana el gusto por un género que parecía olvidado o desdeñado: el cuento. En vez del lirismo que se extravía o de la retórica, la observación precisa de costumbres nacionales, la atención fervorosa a las cosas circunstantes...”.  
Se encuentra en Ruiz Huidobro la concepción utilitaria de la literatura, pues se dice en el libro:
“El escritor tiene, porque debe tenerla, una misión docente y apostólica. Debe ser un propagandista del Bien. No debe cosechar las plantas venenosas, ni cultivar los arbustos de la ponzoña”. (Ruiz Huidobro: 1926, XI).
Otro de los mencionados por Ayllón es Ladislao Meza (1893-1925), quien ha dejado su huella como periodista en Variedades y Lulú, y a quien le han creado un halo de cuentista y de hombre de teatro, distrayendo la verdadera valía de su pluma periodística y la de ensayo, que destacan ante su flojo manejo de las dos especies, y le enaltecen.
Y de todos los nombrados, el más flojo “cogñac” es seguramente Teófilo V. Méndez.
Estas apreciaciones, que de ninguna manera tratan de enfrentarse a las de Ayllón, pretenden únicamente despertar la inquietud por la lectura y la investigación, tan necesarias en nuestro medio.
Quiero destacar que la antología publicada por Ricardo Ayllón es un esfuerzo que aún no se había hecho en Ancash, que él lo inicia para configurar el estudio del cuento ancashino y develar el valor de los autores que integran el libro, que a decir de algunos será con la trillada frase de “que no están todos, ni todos los que están son”.
Con el trabajo de Ayllón se apertura un gran desafío, porque es la primera antología integradora que se publica en toda la historia de la literatura regional de Ancash, en la que encontramos las propuestas y los criterios utilizados para la selección de los trabajos, sin sacrificar el valor estético. Por ello no aparecen muchos que habiendo publicado libros, no pasaron por el tamiz de Ayllón al no haber superado el intento escritudinal. Nos complace que estén los más destacados cuentistas ancashinos, como: Carlos Eduardo Zavaleta, Óscar Colchado Lucio, Antonio Salinas y Julio Ortega.
El antologador manifiesta que en la voz de Macedonio Villafán “se suele encontrar lugares comunes con Colchado, si se mira desde el estrecho enfoque de la temática o el uso del lenguaje”, a nuestro entender tiene él una propuesta cuentística que aún no se ha desarrollado.
Rosa Cerna Guardia, galardonada con premios nacionales en cuento, tiene una temática orientada a la lectura de los niños, y ha sido capaz de recrear la literatura oral. En su libro Una flor de cuentos, premio Horacio Zevallos, incursiona en la ficción con base mítica prehispánica.
El poeta Román Obregón Figueroa, con “Iglú”, nos introduce en el cuento que tiene como temática la catástrofe del 70, tema que no se explota aún por parte de otros escritores.
Dante Lecca, al igual que Obregón, es más poeta que cuentista.
En la antología que nos ocupa, Ricardo Ayllón incluye a Ítalo Morales y Enrique Tamay, por quienes apuesta.
Saca del anonimato a Ólger Melgarejo Rodríguez, que ha empezado a difundir su libro de cuentos este año con temática andina, cuyos escenarios son la costa y la sierra.
Para finalizar, no podemos dejar de mencionar la Antología de literatos ancashinos (1936), de  Leandro Barrionuevo, la Antología de la tradición y la leyenda ancashinas (1946) de Justo Fernández, que se hermanan con Navegar en la lluvia. Antología del cuento ancashino, preparada por Ricardo Ayllón, que es una magnífica contribución para el conocimiento de nuestra Literatura Regional.
Ricardo Ayllón es un fino poeta que nos ha deleitado también con su cuentística, que hace gala de modestia al no incluirse en la mencionada antología. La seriedad en su trabajo es el aval para que la Universidad Inca Garcilaso de la Vega ofrezca con su sello editorial este libro a Ancash y al Perú, dándolo a conocer como parte de ese bullir provinciano que alza cada vez más las voces que van de Puno a Piura, de Huancayo a Huánuco, y ahora Ancash.
Navegar en la lluvia  es un paso en la forja de nuestra identidad.
BIBLIOGRAFÍA
ARNAO, Aurelio. Cuentos Peruanos. Relatos del ambiente nacional. Imprenta de la Empresa Editora “Rímac” S.A. Lima,  1939.
GRIDILLA, Alberto. Huaraz. Apuntes y documentos para la historia de la ciudad. Tipografía “La Época”. Huaraz, 1933.
REINA LOLI, Manuel. “Doscientos años de literatura ancashina”. En: Asterisco. Revista Cuatrimensual de Actualidad y Cultura. Segunda Época. Tercer Milenio. Siglo XXI. N° 8-9. Huaraz, abril 2 001.
RUIZ HUIDOBRO, José. Aquel panfletario… Cuentos. Talleres Tipográficos de “El Lucero”. Huaraz, 1926.
TOLEDO QUIÑONES, Carlos. “Inicios de la literatura en Ancash”. En: Asterisco. Revista Cuatrimensual de Actualidad y Cultura. Segunda Época. N° 7. Huaraz, noviembre 2 000. _____________________________ “Sobre la literatura regional en Ancash”. En: Asterisco. Revista Cuatrimensual de Actualidad y Cultura. Segunda Época. Tercer Milenio. Siglo XXI. N° 8-9. Huaraz, abril 2 001.
YAURI MONTERO, Marcos. “Silencio e intencionalidad en la historia de la literatura ancashina”. En: Asterisco. Revista Cuatrimensual de Actualidad y Cultura. Segunda Época. Tercer Milenio. Siglo XXI. N° 8-9. Huaraz, abril 2 001.

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