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lunes, 16 de noviembre de 2009

Pizarro y el fin de una era

Fuente: elcomercio-com-pe Clásicos, Dominical 15-11-2009


El hombre a caballo alzó altanero la barbilla y miró a su alrededor, sabía muy bien que todos esos hermosos palacios y templos de piedra encerraban inmensos tesoros. Para eso estaba allí con su ejército. La historia estaba a punto de dar un tremendo vuelco, se acercaba el fin de un era, el saqueo mayor, el rompimiento de un modo de ver el mundo, de respetarlo y de aprovechar el medio sin destruirlo. El hombre a caballo estaba en una ciudad sagrada, dedicada a honrar al dios Sol.

Poco le importaba eso la tarde que la ocupó, había cumplido su misión y buscaba el oro. Desde que entró a estas nuevas tierras por la calurosa costa norte y su verde manglar, supo que algo muy grande se encerraba en esta parte del nuevo mundo. Conforme conquistaba pueblos y establecía ciudades iba convenciéndose de llegar a Cusco. Y así lo hizo aquella tarde de noviembre, estableció la plaza de armas sobre lo que era la plaza principal inca.

En el solar norte inició la construcción de la catedral. Pizarro llamó a la ciudad “Cuzco, Ciudad Noble y Grande”, nombró regidor a su hermano Juan y luego se casó, por el rito católico, con la hija del emperador Huayna Cápac, bautizada como Inés Huaylas, con quien tuvo dos hijos, Francisca y Gonzalo. Los incas se resistieron durante los primeros años. En 1536, Manco Inca inició sus enfrentamientos, creando la dinastía de los Vilcabamba, que llegó a su fin en 1572 con la decapitación de Túpac Amaru I.

En 1589 en su lecho de muerte, Mancio Serra de Leguízamo, viejo capitán del conquistador Pizarro, dicta y jura ante notario su testamento: “hallamos estos reinos de tal manera que en todos ellos no había un ladrón, un hombre vicioso, ni holgazán, ni había mujer adúltera ni mala [...] Que las tierras y montes y minas y pastos y caza y maderas y todo género de aprovechamientos estaban gobernados [] el intento que me mueve a hacer esta relación es por el descargo de mi conciencia y por hallarme culpado en ello; pues hemos corrompido a gente de tanto gobierno [] cuando vieron que entre nosotros había ladrones, y hombres que incitaban a pecar a sus mujeres e hijas, nos tuvieron en poco; y habiendo venido este reino a tal rotura, en ofensa de Dios [] por el mal ejemplo que les hemos dado [] suplico a mi Dios me perdone mi culpa”.

NR: Mas información:

LA SAGA DE LOS PIZARRO

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