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sábado, 14 de noviembre de 2009

Don ‘Panchito’ en sus postreros días

Fuente A GRIETAS.


Testimonio de uno de sus amigos mas cercanos, Don Lorgio Sánchez.

Franklin ANGELES ZAMBRANO
No es para menos. La muerte de un amigo siempre hiere, siempre mata, con ella también se muere, entonces llorar dignifica; una lágrima es señal de que vive, otra lágrima es el recuerdo.

Don Lorgio Sánchez es un hombre que el río del tiempo ha traído hasta acá, hasta hoy. Es un hombre quien tuvo la dicha de disfrutar del mundo y los sueños del amauta Francisco Gonzáles. Un hombre que sufre la tristeza de dejar pendiente (no sé hasta cuando) una conversación con Don Pancho, sobre Fidel Castro.

Cuando aprecias a alguien cual si fuera tu hermano y éste llega a su final, es difícil no dejar en libertad algunas lágrimas al construir, en el recuerdo, los tiempos vividos con él. Éste es el testimonio de Don Lorgio Sánchez, quien vivió de cerca los últimos días del padre de “Huarás, Visión integral”, “Asterisco”, “365 Mantras”, “Vida de Perros”, “Doña Ñati” y otros ‘hijos’, productos de su apasionada relación que, Don Pancho, mantuvo, enamorado permanente, con las letras y el profundo conocimiento.

“Era un hombre muy culto, muy preparado, no había campo del conocimiento que él no tuviera algo de intervención. Un hombre con un corazón muy sano. Él no pudo hablar mal ni odiar a nadie…

“Él tuvo una primera caída hace más de un año en la que perdió el oído izquierdo, el único que todavía oía bien, el derecho ya lo estaba perdiendo por la edad. Después de ese accidente sufrió la extrañeza, el dolor espiritual de haber perdido un sentido que tanto le servía, porque a él le encantaba la música clásica, la música barroca. Tenía unos discos especiales. Perder el oído, para él, fue muy doloroso.

“Después de esa caída que le sangró el oído, se cayó nuevamente al poco tiempo, una segunda caída, pero que no le afectó mayormente, pero se cayó. Era cuestión ya de equilibrio, porque sin el oído se desequilibra el sentido del equilibrio. Entonces, don Pancho aun sufría más, estaba desconsolado. En sus momentos de crisis se deprimía fácilmente, me quiero morir, decía, para vivir así no vale la pena, estoy solo, me siento solo.

“En los últimos días, el tema que siempre abordaba era su enfermedad, su salud. “Me pasa esto, me dicen que tengo parkinson”. Tomaba veinte medicamentos, estaba completamente decepcionado de la vida que llevaba.
“Don Pancho, ya meses atrás me dijo, voy hacer mi testamento. Él tenía la idea de hacer una fundación por Huaraz con todo lo que él tenía de rescatar de la cultura de Huaraz. (Tiene miles de diapositivas, fotografías, antes y después del sismo; tiene documentos).

“De Fidel Castro admiró su gran poder de líder. Conversábamos poco de eso, porque él imaginaba que yo no estaba de acuerdo con Fidel Castro. Él tenía ese tino de cuidar y respetar mi forma de pensar en lo político. Y cuando supo que Fidel Castro delegaba los poderes a su hermano me dijo: eso para mí es una pena, porque Raúl no es Fidel.
“El día que se cayó y que ya no recuperó, estaba un poco deprimido porque la muchacha que lo atendía se tenía que ir a Lima y le llegaba otra que había atendido a su hermana, una muchacha a quien le decía la Llicuchita. Cuando llegué esa mañana, la Llicuchita me dijo, yo me voy a quedar acá con Don Panchito porque Benny (así se llama la otra muchacha) va ver a su mamá en Lima unos días. Ese cambio le deprimió a Pancho. Pancho no te preocupes, le dije entonces.

“Esa mañana cuando yo llegué ya estaba almorzando. Como estaba deprimido dijo que no tenía ganas de almorzar. Le habían servido un papa kashki y algo de pollo como segundo. Ya estaba terminando, y como lo veía así siempre pesimista, oye Pancho, le dije, ¿tú has leído a Pascal? Claro, me dijo, cómo no voy a leer a Pascal (se molestaba cuando le hacía una pregunta así). Entonces pascal dijo, “Si Dios existe lo hemos ganado todo, si Dios no existe no hemos perdido nada”, ¿recuerdas? Claro, así lo dijo; entonces qué te preocupas, le dije, qué te deprimes, tranquilo,… esas fueron nuestras últimas palabras. Y me dijo él, tienes razón, no hay por qué preocuparse, me has tranquilizado, y volvió, se sentó a tomar su agüita. Yo me despedí, ya Pancho, le dije, vuelvo mas tarde para conversar sobre Fidel Castro. Ya, no te olvides. En ese momento yo salí. Ya luego la muchacha me contó que él fue al baño; saliendo del baño se olvidó de su agüita que había dejado para tomar. Al entrar en su dormitorio, es donde se ha caído de espaldas; se ha golpeado, ahí quedó. Así terminó la situación crítica de Don Panchito”.

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