Nuestro Invitado.
Fuente: Estandarte.com
Luis Iglesias Fouce
Nunca se sabe que es lo que define a un pueblo, a una nación; puede ser una persona, un gusto, una costumbre, una idea; a unos nos parece una cosa, a otros otra. Somos un país con grandes y arraigadas diferencias, a veces resulta difícil encontrar un nexo común.
El jamón serrano y la tortilla de patata representan muy bien nuestra dualidad, nuestro extremismo, nuestro “Quijotismo”. Detrás de cada español, dicen, hay un Quijote y un Sancho; nada como el buen jamón serrano para definir al caballero, ni como la tortilla de patata para mostrar al escudero.
Hablamos de jamón, jamón: vetado, de grasilla transparente, algo sudado, clarito... Jamón de estirpe, de señorío; enjuto, recto, sobrio. La tortilla jugosa: de huevo que se cae; de patatas finas, irregulares, bien fritas; del pueblo, de todos.
El jamón es lo que queremos enseñar, mostrar; es, lo que nos gustaría ser, nuestros sueños, nuestra irrealidad. ¡A quien no le gusta el buen jamón serrano! Seguro que a alguien; siempre hay alguien. ¡A quien no le gusta el jamón! ¡A quien no le gusta el fútbol! Lo único que por obligación ha de gustarnos a todos es el sexo; eso si que no puedes decir que no te gusta. Si dices que el sexo es un coñazo, estás muerto; no estás en la movida, en la “pomada”.
La tortilla de patata es nuestra realidad, nuestra verdad. ¿Peor que el jamón? ¡Distinta! Es el día a día, la monotonía y la sonrisa diarias. Además, es la prueba irrefutable, de que somos un pueblo imaginativo: A los franceses, sin ir más lejos, se les ocurrió batir el huevo, y punto; con lo fácil que resultaba freír una patatita y metérsela dentro. Pero que le vas a pedir a un pueblo que hace, del “ne me quite pas”, su enseña nacional. ¡Ne me quite pas, ne me quite pas!, siempre llorando. La traducción real del “ne me quite pas” al Castellano, sería: ¡Anda y que te den morcilla! O como cantaba la “Billos Caracas Boys”
“…Ella se me fue, una mañanita;
pero no voté, ni una lagrimita…”
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