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domingo, 19 de julio de 2009

“El peruano no se mira en el otro”

El escritor Jorge Eduardo Benavides acaba de publicar La paz de los vencidos. Narra la historia de un inmigrante cuya soledad le obliga a hablar consigo mismo en un diario.

La Republica.pe 19-07-2009

Pedro Escribano.

Un joven peruano está en Tenerife. Es inmigrante. No conoce sino a otros como él, también inmigrantes. La soledad y el silencio lo acosan cotidianamente de manera que, para seguir viviendo, habla consigo mismo: escribe un diario. Eso es lo que narra La paz de los vencidos (Ed. Alfaguara y BCR), la novela con que Jorge Eduardo Benavides ganó el premio de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro del Banco Central de Reserva del Perú.

–Los inmigrantes en estos tiempos son, acaso, la tribu nómada que la modernidad ha arrojado sobre el planeta?

–Creo que esa es una muy buena definición. En España, por ejemplo, son 17 comunidades autónomas. Yo creo que los latinoamericanos allí somos la comunidad autónoma 18. Votamos, participamos en la sociedad, pero no somos del todo de allí. Y esa es una situación muy desgarradora porque cuando aquí no nos consideramos del todo de aquí, pero tampoco lo somos de allá. Yo creo que nunca en la historia de la civilización hemos asistido a un proceso migratorio tan grande. Yo creo que nunca ha habido ese movimiento tan vasto de Asia, de América y de África hacia Europa y América del Norte. Eso está cambiando mucho, pero básicamente es un desgarro.

–El protagonista observa que inmigrantes africanos venden imitación de relojes Rólex, los latinoamericanos en pleno carnaval cantan canciones andinas tristes. No tolera. Quiere volverse a su cuarto. ¿Es que no soporta mirarse en los demás?

–Esa es la gran dificultad que tenemos. Esa es una cosa que me duele mucho de nuestro país. Los peruanos no nos miramos en el otro, nos miramos de arriba para abajo, de abajo para arriba. No nos miramos de frente. Yo veo que los españoles entre sí se miran de igual a igual. Pero otra cosa es con los inmigrantes. A mí ellos me dicen “tú no estás orgulloso de tu país”, y yo les digo “del mío, sí; del tuyo, no. El tuyo es un país vertical. El tuyo es un país en el que tus empleados no se sientan a comer contigo, donde se cholea, se putea al que no es de tu país.”

–Mirar al otro para conocerse mejor.

–La realidad del mirarse en el otro es un ejercicio de reflexión necesario, porque un inmigrante es extremadamente vulnerable. No tiene su soporte, su andamiaje, sus amigos, su barrio, su madre, los colores, sabores que ha dejado en su país. Y eso es muy duro, Yo creo que la gente migraría la tercera parte si supiera realmente dónde va y en qué condiciones.

–Santiago Roncagliolo dice que el retorno del inmigrante es una señal de fracaso…

–Sí pues, uno viaja con el propósito de lograr ciertas cosas y si regresa antes de tiempo es que no lo logró. Es una situación de incomodidad, pero a veces no queda más remedio que regresar, ahora la gente está volviendo por la crisis. Pero lo que me da pena es que ese retorno ocurre cuando no se ha consolidado lo suficiente para que regresen no solo con dinero y pongan empresas aquí, sino sobre todo para que aprendan los usos europeos de trabajo. O sea, la disciplina laboral.

–En tu novela no ocurren muchas cosas, más bien es el acoso cotidiano en el inmigrante.

–Efectivamente, es una novela de reflexión. Yo quisiera creer que está impregnado de cierto sentimiento ribeyriano, del outsider, del desapego de cierto cinismo para mirar el mundo y contemplar lo que ocurre. No ocurre nada, hay cierto inmovilismo porque los personajes son outsider, son gentes que se han vencido. Quizás han llegado a esa especie de calma espantosa de “ya no voy a luchar”, que ya no tienen ningún motivo, como él dice “escribir este diario me calma, me hace sentir que todavía sigo en la reflexión: ¿para qué?, ¿el diálogo con quién? ... si no conozco a nadie”. Es una novela sobre la reflexión de lo que es vivir en una sociedad que no es la tuya.

–Otro pasaje: “Estos años fuera de Lima que de tan lejana ya ni siquiera me es natal”.

–Sabes qué ocurre. El pasado se convierte en una especie de horizonte donde los distintos tiempos son una sola línea. A veces me encuentro con gente en Tenerife a quien no he visto hace años y por una fracción de segundos no sabría decir si lo conocí en Lima o en Tenerife. El pasado es una línea en el horizonte donde todo se funde. No sabes en dónde conociste a tal o cual amistad. En ese sentido sientes que ya no tienes una tierra natal: el desarraigo.

Perfil

El autor. Nació en Lima 1964. Desde 1991 hatas el 2002 vivió en Tenerife. Ha publicado Los años que rompí contigo, Un millón de soles y La noche de Morgana.

Nos seguimos descubriendo

–Acabas de decir que el peruano no se mira de frente, no se reconoce en el otro. ¿Los recientes hechos en Bagua prueban aquello?

–Yo creo que los peruanos, independientemente de lo que ocurrió en Bagua, no tengo toda la información, hemos descubierto por fin que existían otros peruanos, ese desconocimiento consuetudinario con ciertas zonas de la sierra y selva, como ocurrió con Uchuraccay. Ahora tenemos que correr al mapa para ver cuáles son la etnias que conforman nuestros país. Nos seguimos descubriendo con asombro y perplejidad que hay otros peruanos. Eso tenía que ocurrir. Ahora seguro no hay un solo congresista que no sepa cuáles son esas etnias. Ha ocurrido ese descubrimiento con sangre y muerte. Eso es terrible. Eso tira por tierra cualquier proyecto nacional. ¿Te acuerdas que en el Parque de las Leyendas en la región selva se exhibía una choza de aguarunas o shipibo? Cómo es posible, estaban expuestos como animales, estaban en el zoológico. A los de Bagua, así lo hemos visto siempre.

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