-Cuéntanos ¿como te inicias en la lectura?
Yo me inicie en la escuela, cuando cursaba la primaria. Tenía un maestro, al que le gustaba que todos y cada uno de nosotros, recitáramos poemas todos los lunes en la formación. Esto me llamó la atención y empezaron a gustarme los poemas y los libros. Yo leía novelas, mientras mis amigos se distraían, se iban a fiestas, iban de paseo, etc... Yo me quedaba en casa leyendo novelas, que empezaron a gustarme mucho. Para mi la mejor aventura era leer una novela.
-Y tu inquietud por la escritura?
Cuando tenía 11 o 12 años en la escuela nos dieron como tarea escribir algo sobre Miguel Grau y como yo no sabia cómo hacerlo le pregunté a mi viejo el cómo. Entonces él me dijo: escribe como si te estuvieras dirigiendo a él, y así empecé, una tarde olvidada ya. La escritura en mí es la consecuencia de mis lecturas. Con el tiempo nació en mí la idea de que yo también debería escribir una novela y cuando veía películas sobre la biografía de un escritor o como vivían los poetas en Paris, me nació el sueño de ser como ellos, buscar la fama, la nombradía y así escribir. Mis primeras inquietudes fueron en verso
-¿Cuál es el primer libro que escribes? ¿Cómo evoluciona tu producción literaria?
Mi primer libro, titulado Breviario de vía crucis 1952, es un poemario pequeño. Fue impreso en Huaraz y se vendió en Trujillo. Yo estaba estudiando en la universidad y por allí se difundió. Ya cuando empecé con seriedad, el 60 publiqué el poemario El mar, la lluvia y ella. Después de un largo proceso de trabajo artesanal, salió este libro que fue muy lindo y fue calificado como el más bello libro de amor que se había escrito hasta entonces. Así empezó la historia. En total he escrito 28 títulos entre poesía, novela y trabajos etnohistóricos además de artículos que están repartidos, en revistas, periódicos.
- La ternura de muchos de tus diálogos hace pensar que podrías muy bien incursionar en la literatura infantil. ¿Has pensado en hacerlo?
No. Siempre me ha sido muy difícil; hay que tener alma de niño. A mi me gustan los niños y tengo alma de niño, pero sin embargo, me ha sido imposible, así como me es imposible escribir en quechua. Yo soy quechua hablante, pero nunca he podido escribir, ni siquiera un verso en quechua. Hay que tener un aura especial como Arguedas para hacerlo; él si escribía poesía quechua y brillantemente.
-Resulta extraño que no escribas en quechua siendo un buen quechua hablante y habiendo recogido las leyendas de Ancash en esta lengua.
Efectivamente, estaban en quechua y yo los he traducido. Este trabajo se remonta a los años cuarenta cuando todavía en el Perú no se hablaba de etnohistoria, ni se hablaba de literatura oral, en Lima, era una cosa desconocida. Entonces, yo, por amor a la tierra, iba anotando todas las leyendas y mitos que me contaban y los iba apuntando en un block, hasta que en el año 60, antes del 60, me pregunté ¿que va ha ser de este material? Entonces fui donde P. L. Villanueva que era el mejor editor de esa época; le presenté el libro y salió con el título de Ganchiscocha: leyendas, cuentos y mitos de Ancash. Así fui trabajando más y más hasta que después me encontré con que se había desarrollado en Europa toda una teoría muy sólida, y que al Perú recién se estaba expandiendo y los teóricos se estaban haciendo. A eso se debe a que no tenga los textos en quechua, sino todo está traducido al castellano. Ya no he tenido tiempo de recoger o recordar los textos quechuas, porque eso significaría trabajar dos o tres años, volver al ambiente y buscar a las personas que todavía recuerdan y volver a recoger; eso ya no ha sido posible. Me absorbió el trabajo de la novela, me olvidé de esas cosas y ahora ya no se puede.
- ¿Qué tanto tus novelas, tus cuentos tienen influencia de la tradición oral?
Sí, tiene influencia, porque la tradición oral no solamente es relato o cuento, sino contiene una información histórica, religiosa, la cosmovisión. Entonces muchos de esos mitos me han servido para entender mi región, para entender el Perú y en ese sentido he hecho una confrontación con ciertos aspectos de la ideología occidental y he encontrado coincidencias.
-Coincidencias en qué por ejemplo.
Por ejemplo, en el Ande un enamorado le quita a su enamorada una sortija y la conserva como una joya. Este es un gesto universal. En el Werther de Goethe, el protagonista, conserva y muere y se dispara un pistoletazo y en sus cartas que deja para ella le dice: me acompañará el lazo que me obsequiaste en mi cumpleaños. O sea, como humanos somos iguales en todo el mundo. Lo que nos diferencia es la forma como percibimos el mundo. Allí esta la diferencia. Toda criatura humana tiene espíritu, tiene alma, tiene corazón, tiene capacidad de pensar, de inventar... Somos iguales, no hay distingos.
-¿Todas tus obras están ambientadas en Ancash?
Si, todas mis obras están ambientadas en Ancash y concretamente en Huaraz; pero Huaraz se conecta y forma contrapunto con la capital, con la metrópoli, con Lima. De allí que, por ejemplo, en varias de mis novelas, la decadencia de las clases medias provincianas -huaracinas en este caso- van parejas y en la misma etapa con la decadencia de las clases medias miraflorinas. La decadencia de algunas ciudades, que han quedado atrás, no se han desarrollado o han desaparecido en algunas zonas, yo encuentro una relación enorme, por ejemplo, con la avenida Pardo que, en los años 50, era una avenida hermosa, con jardines, con casitas que eran chalet de una o dos plantas, ahora es una Babilonia. Pardo esta tugurizada, hay bancos, hay algazara, hay borracheras, hay una barbaridad, una torrentera de automóviles. Entonces, pareja es la decadencia a nivel nacional, tanto en provincia como en la metrópoli. De todas maneras, los sociólogos -no sé por qué- siguen mirando al mundo andino como un mundo lejano, diferente, del que no se conoce nada y nos miran sobre los hombros. Están muy equivocados.
- Esta mirada diferente que tienes de lo que está ocurriendo en el Perú obedece a tu formación?
Soy licenciado en Educación, especializado en Historia. Ahora están primando mis ideas históricas. Esto me ha servido para entrar en el lado no oficial de la historia, rescatar la cultura olvidada, la cultura clandestina, la cultura de los pueblos sin escritura. Ese es el del mundo andino. Por eso estudio los mitos, estudio sus canciones y trato de rescatarlos y encontrar la memoria de esa cultura, de mostrar la memoria oficial, la memoria oral, la memoria colectiva que esta viva, conteniendo una cultura muy sólida, muy vital, a pesar de que la modernidad trata de ignorarla o de barrerla.
- ¿Que les aconsejarías a los jóvenes escritores
Les recomendaría dos cosas: primero, una formación sólida porque, para ser escritor, hay que leer primero, a los grandes maestros, que son una verdadera escuela, y luego leer cuanto se pueda, todos los días, y ejercitarse, escribir. Luego tal vez una formación teórica. Ahora se acostumbra asistir a talleres, de donde salen, a veces, escritores que son toda una promesa, pero yo pienso que lo mejor es leer, leer y leer y al mismo tiempo descubrirse a si mismo, descubrir si se tiene vocación o no; porque de nada va a servir una sólida formación teórica, una erudición monumental si es que adentro no hay ese amor a la palabra, el amor a cómo representar el mundo a través de la palabra. Cuando me preguntan los jóvenes -siempre me preguntan- yo les digo: “para eso no hay reglas. En ningún libro vas ha encontrar cómo debes escribir, cómo debes empezar, cómo debes terminar. Nadie te va ha decir eso, ni hoy ni mañana. Tu mismo tienes que escucharte a ti mismo”. Es lo que les repetiría.
UNA ANÉCDOTA: Cierto día, en Huaraz, en la calle se me acercó un desconocido preguntándome si yo era Marcos Yauri. Cuando le contesté que sí, me dijo que me tenía que agradecer haberle salvado de las penurias. Había sucedido que al encontrarse sin empleo se puso a vender libros, entre ellos mi novela La sal amarga de la tierra en las provincias. Al obtener éxito, se decidió a comprarle a la editorial PEISA toda la edición (20 mil ejemplares). La vendió íntegramente. Esta noticia me alegró mucho, hasta ahora estoy conmovido.