Por Nalo Alvarado Balarezo
Con seguridad, muchos chiquianos hemos sido picados por el aguijón de la curiosidad para escribir sobre SHAPRA, ídolo de las cuncushpadas nocturnas en el barrio periférico de Tranca y, las pinquichidas con sabor a “bolero” e infarto antes de tiempo en el risueño Quihuillán de los años primeros y en Usgor, mágico lugar donde florece el amor a la vera del sendero.
Hace unas décadas sentado en las graderías del Montmartre, escribí la "traviesa" nota que aparece al final, sobre nuestro pintoresco personaje, la que compartí a fines del siglo pasado con los primeros cibernautas chiquianos. De ahí para adelante hice algunos garabatos que duermen el sueño de los “injustos” en el viejo cuaderno
“Minerva” de mis recuerdos gratos; cuyas razones, las explico párrafos abajo. Hoy, esas líneas talladas en pellejo sin poros, se encuentran guardadas en lo más profundo de mi ser: sin sombras ni pircas caídas, donde Shaprita canta y baila alegre un huaynito como un travieso angelito de carne y hueso.
Leí por primera vez sobre Shaprita, al amauta Rubén Barrenechea Núñez (Revista Oficial del Club Chiquián Nº 1 - 1975 SILUETAS - CHIQUIANAS - “SHAPRA”), cuya pluma lo describe así:
“Ese que veis ahí gesticulando y alzando los hombros a cada tres palabras ante algún desorientado forastero es Shapra. Apenas más alto que un enano, tiene la barba negra y desordenada, la boca verdosa y la ropa ajada, muy grande, lameando en su cuerpo esmirriado. Ha sido el primer y tal vez el único cicerone o guía turístico de mi pueblo. Con un habla caudalosa y audaz aprisionada por una entonación de sorprendentes matices costeños, conquistaba prontamente la simpatía y la confianza de los foráneos hasta convertirse en el insustituible elemento de los primeros enlaces. Todos lo recordamos dado de modo espontáneo a esta actividad, pero nadie, que yo recuerde, lo alentó ni le agradeció a nombre de la ciudad la utilísima función social que llenó por un tiempo de modo tan pintoresco como eficaz. Y como era -esto dicho sin ironías ni retintín- una persona importante y visible -¡y vaya si lo era!- andaba siempre, sin que nadie lo llamase, entropado con las autoridades y notables del pueblo en toda ceremonia cívica o religiosa. Y sobresalía entre el concurso por sus "quimbas" y la implacable seriedad con que asumía su papel de ciudadano connotado. Yo te admiro, Shapra, porque supiste encarar la vida con la pulcra responsabilidad que a tantos, que no son tronados como se te juzgaba, les falta irremediablemente. Y las noches eran muy, pero muy suyas. Sigiloso e invisible en las antiguas calles chiquianas donde los farolillos apenas despedían guiños de luz, aparecía inesperadamente con el poncho plegado como un pañolón sobre los hombros (jamás lo vi usarlo de otro modo), un carrillo abultado por el bolillo de coca que masticaba y un "¡buenas noches¡" susurrante que helaba la sangre. Ahora a tantos años de su desaparición me pongo a pensar en todo lo que habrían visto los ojos de Shapra. !Qué de citas clandestinas! ¡Qué de conjuras! ¡Qué de incursiones sospechosas! ¿Ya cuántas damas con el honor a punto de marchitarse y a cuantos honorables señores y recatados jovencitos naufragando en el barro común que pisa sin contaminarse la gente humilde!, Con razón, Shapra se paseaba por el pueblo con el desenfado triunfante de quien se siente dueño absoluto de la vida y los secretos de los demás. Pero no fue por miedo ni por agradecimiento que a su entierro concurriera el pueblo en masa. Fue porque Shapra, el menudo hombrecillo oropuquino que se ganaba la vida llevando bestias de los “mistis” a los alfalfares circunvecinos, acarreando basura a los corrales suburbanos, faroleando a los turistas y cobrando “cupos” por secretos guardados, fue un hombre de carne y hueso, con un sello inmenso de autenticidad humana. Fue porque en su vida no hubo mixtificaciones ni olores de trastienda. Fue porque Shapra, el inolvidable “chiflado” chiquiano , iluminó a su pueblo por un tiempo con la alegría traviesa de sus andares afectados, de su habla jugosamente petulante, de sus pícaros huaynos –crónica viviente y escandalosa- entonados a todo pulmón por las desoladas calles del pueblo. Fue porque se sintió parte de una comunidad, y vivió de ella y para ella con la pureza de un corazón simple y tierno."
También leí en dicha revista. las “PINCELADAS” del anecdotario de nuestro recordado amauta Antonio Zúñiga Alva, donde bajo el título: SHAPRA” – LECTOR DE PERIODICOS, fluye:
“SHAPRA”, era el sobrenombre de un personaje chiquiano muy original. Su nombre: Manuel. Muy conversador, manejaba el castellano y el quechua “salga como salgara”. Aun cuando era analfabeto, pasó en algunas ocasiones como miembro del Concejo Municipal de Chiquián, como Instructor Militar en el pueblito de Mahuay, donde hizo marchar un domingo a los movilizables, ordenando que en la libreta de los asistentes estampara su sello el Teniente Gobernador. Una mañana se hallaba en una de las bancas de
Siguiendo las huellas de las dos impecables plumas chiquianas traté de averiguar sobre la identidad de Shapra, pero me llené de nombres y apellidos diversos, tanto en Lima como en 'Espejito del cielo'; hasta que llegué al manantial principal, ubicado en Jr. Alfonso Ugarte de Chiquián, donde reside su hermana Macshi. Ya en el lugar, tuve una larga charla con ella, donde obtuve la información requerida; pero al escuchar las palabras de Pamela (sobrina de Shaprita), sentí que una aguja de arriero se me incrustó en el corazón, pues la adolescente, quien ha oído habladurías sobre su tío, pide que además de su ropaje y fisonomía, se hable acerca de sus cualidades de hombre de bien.
Sé que no hay manera de medir el sufrimiento; pero el pedido de Pamela me dejó pensando, pues se tiene que estar entre su piel y sus sentimientos para sentirlo y entenderla, como se desprende de lo que antes de despedirse me dijo: “Amigo Nalo, ¿si en vez de mi 'desarrapado' tío, aquel lector de periódicos al revés hubiera sido algún notable del pueblo, habrían comentado con sorna, tantos paisanos de él?.
Personalmente recuerdo a SHAPRA: sentado en el patio de mi casa mirando los periódicos que mi papá traía cada dos días de la costa para el deleite de los paisanos; más nunca pude percatarme si sabia leer o no. Lo que sí viene a mi memoria, es que de hojeada en hojeada se reía a carcajadas y comentaba a viva voz sobre lo que estaba viendo con los “ayundantes” del servicio de transportes de la familia.
Inclusive he conversado con personas de la época sobre la 'lectura al revés” del que hacía gala Shaprita, y mi sorpresa fue mayor al escuchar a más de 50, afirmando ser testigos del momento en que don Rolando Estremadoyro Vigil lo “ampayó”... ¿es que el ampay ocurrió durante una procesión?, me pregunto. Lo cierto es que medio siglo después, su mejor discípulo es el líder del país más poderoso del planeta, quien también lee al revés.
Pero, ¿por qué es difícil hacer precisiones sobre 'la vida y milagros' de SHAPRA?. Es muy simple: hay vidas especiales que no se pueden describir jalando hilachas que flotan en el aire, ya que nuestro común amigo no fue una marioneta de trapo, sino un hombre con entrañas que caló profundo en el sentimiento popular, ganándose un sitio en el corazón de todos; por eso lo recordamos como el más bello símbolo de una época que marca, cada vez con más fuerza, el paso redoblado de nuestras vidas que van doblando la esquina de la tarde.
SHAPRA, es como el amor furtivo que rehuye a las explicaciones, es el Aynín que murmura a nuestro oído haciéndonos retrotraer el tiempo de ese “niño viejo” que llevamos muy dentro los que ya pintamos canas. Es el rumor incierto y el aliento tibio que acaricia los sentidos. Es la resonancia que va más allá de los sones de la banda que interpreta: “30 de Agosto en la plaza de Chiquián, tú me hiciste un juramento de amor...”; ese sonidito hechicero que se prolonga como el eco y se va metiendo tembloroso en lo más recóndito del alma viajera, cambiando el rumbo de nuestro vuelo y fijando el norte de la brújula en 'Espejito del cielo'.
Es también como un cuadro que de lejos parece un paisaje inerte, pero cuando nos acercamos sentimos una emoción indescifrable, porque bajo el lienzo late el corazón del pintor, con un ritmo que solo puede escucharse con la mente en blanco. Por eso, pretender llegar a conocer a SHAPRA y descender tan hondo donde las sombras no existen, es arañar la superficie de su vida y nada más. El sobrenombre de SHAPRA, es algo que de por sí deslumbra, razón de más, por el que nadie lo olvida, como sí ha ocurrido con algunos “notables” que intentaron perennizarse fuete en mano, pero que sus huellas no marcaron hitos de historia ni memoria colectiva.
Para muchos, Shaprita fue un hombre trabajador, alegre, campechano y bonachón, para otros: un romántico enamorado de las cosas simples de la vida; sin embargo, muy pocos comentan sobre las razones de su dicha de vivir en paz, porque ese secreto se lo llévo a la tumba; esa doble virtud que únicamente poseen los que nacen con algo divino en las venas, que es el origen de su grandeza, cualidad que no se mide por el tamaño físico que es altura y nada más.
Escribir sobre él, en su justa dimensión, es trabajo de orfebres de varias generaciones de paisanos, pero sin esa cirugía con formol que diseca los ideales de una época de oro chiquiana, pues hacerlo así, sería cavar insondable su sepulcro que pocos conocen y alguno visita. Sólo sé que SHAPRA no tuvo vocación de erudito y que de la vida sabía por su sensación de ser humano y no por lo que pudo haber leído al revés, como las obras de bien que hallan asilo generoso en los latidos amigos. Ya el tiempo rasgará el poncho que es su voz, para irnos descubriendo el secreto de su vida, que es su eco... todo depende de nosotros, como herederos de su legado de jaratanta con sabor a chumpac de tinyaco maduro.
'Shaprita, cuántas veces al pie de las raídas pircas aguardabas para esquilar vellones y encontrar cuerpos que en vaivén gemían; cuántas veces la luna plateada malogró tu faena de espía cuando tras un aliso asomabas furtivo y el paso acelerabas cautivo, buscando las sombras pisando frutos blandos de colon, ortigas y acelgas con huellas de algún siki roqueño.
Tú jamás dormías, pues vagabas en el limbo de tus sueños misteriosos sin vigilias ni insomnios, de noches frías que lloran, ríen, odian y aman, aguardando como fiel centinela el resplandor que deja un rayo que parte el cielo en dos, para que tus ojitos puedan ver que el mundo redondo ruede sin rumbo de tumbo en tumbo sin tombo que lo detenga.
Dime SHAPRITA lo que sentiste en cada noche de ninacurus ciegos donde reinaba la oscuridad cómplice, cuando una pallita con su traje de Eva suspiraba y gemía por los platos rotos, la nata derramada y la metida de pata con palo de escoba que no barre ni limpia conciencia ajena.
¿Acaso la impotencia de no poder hacer nada te asfixiaba frente a la tragedia de una virginal criatura que lloraba por su mandolina rota después de una serenata sin luna, que después viste vagar por las callecitas estrechas como alma en pena, caminando con la barriguita llena, mientras apoyabas tu frente en el frío cristal de tu ventana invisible?.
¿Cómo habrás sufrido amigo mío, viendo deshojarse los pétalos de la hermosa flor silvestre que en una noche sin estrellas marchitó 'pinocho' y fue arrastrada por el viento con silente quebranto, que el eco repitió con arrepentimiento, de aquella o aquel que viste, oíste, comprendiste y que jamás señalaste con el indice acusador como buen heraldo blanco del silencio y fiel defensor de las honras ajenas?.
Parafraseando al maestro Rubén Barrenechea, cuántos habrán querido ver lo que tus ojos de ninacuru observaron tras las cortinas grises de la noche, lo que tus llanques y rodillas de shulaco rampante trapearon y tu corazón y alma de tinyaco macho sintieron; sólo el Indio Peruano y su carnal Mudito de Huasta lo saben”.
Esta breve nota amigo chiquiano, no es más que un modesto tributo de cariño y gratitud a un ser humano que lo dio todo sin esperar nada a cambio, caminando de aquí para allá, sin cansancio por senderos oscuros, y que hoy transitamos alumbrados por su luz, que aunque tenue ya, nos da tierno abrigo.
No veamos en Shapra la espuma que flota en la superficie, menos recojamos esa espuma de río como pompa de jabón y la lancemos al viento de donde recogerla sin romperla es imposible; y no olvidemos que hay tres tipos de espejos: cóncavos, convexos y planos... él, se refleja en el tercero en toda su dimensión de “PEREGRINO DEL SENTIMENTO ALTRUISTA CHIQUIANO”.
AMIGO MANUEL ÑATO VALDERRAMA Contunúa descansando en paz a la diestra de DIOS.
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