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jueves, 2 de octubre de 2008

Don Antonio Raimondi Dellacua

Algunos Apuntes y datos sobre el insigne, sabio, naturalista
Don Antonio Raimondi Dellacua
Compilado por: HH:. Ap:. Richard E. Bustamante

Logia Antonio Raimondi

Biografía de Raimondi

Antonio Raimondi nació en Milán el 19 de setiembre de 1824. Poco se sabe de su infancia, sin embargo siempre manifestó una clara inclinación por el estudio de la naturaleza. La elección del Perú como destino para sus investigaciones fue un hecho conciente y emotivo. El desconocimiento científico de la legendaria tierra de los incas fue su primer estímulo; por otra parte, surgió en él una especial simpatía por nuestro país debido a la honda impresión que le causó ser testigo de la mutilación de un cactus gigante de origen peruano en el jardín botánico de Milán.

Llegó al Callao un 28 de Julio de 1850, huyendo de los horrores de la guerra por la independencia y unidad de Italia, causa en la que participó como miliciano durante las cinco jornadas de Milán. A su llegada, el gran médico peruano Cayetano Heredia lo acogió en el colegio de la Independencia, futura facultad de Medicina de San Fernando, reconociendo en el joven italiano grandes talentos que le permitieron confiarle importantes responsabilidades. El tiempo confirmó que no estaba equivocado.

Raimondi pertenece a una estirpe clásica de investigadores, a la que podríamos llamar naturalistas enciclopédicos. En ellos la motivación por el aprendizaje no repara en ninguna limitación, sean estas humanas o naturales. Nada fue impedimento para sus exploraciones e investigaciones; ni el territorio más accidentado ni la más compleja rama de las ciencias resistieron su ímpetu por el conocimiento. A lo largo de sus viajes Raimondi recopiló todo cuanto pudo registrar con respecto al paisaje natural y social que reconoció a su paso. Plantas, animales, insectos, muestras minerales, fueron colectadas sistemáticamente mientras medidas barométricas, observaciones meteorológicas y croquis precisos complementaban la información sobre las distintas regiones por las que pasó. A ello sumémosle su interés explícito por todo cuanto pudo conocer o descubrir de las poblaciones actuales y antiguas, agrupadas ya sea en modernas aldeas o vislumbradas a partir de antiguos monumentos arqueológicos. 
Documentó los yacimientos de carbón mineral del litoral piurano, analizó y cuantificó el guano de las islas Chincha, verificó el salitre de Tarapacá (1), recorrió las remotas provincias auríferas de Carabaya y Sandia, navegó el Marañon, Ucayali y Amazonas, entre los ríos orientales más importantes, levantó planos de ciudades como Cajamarca, Chachapoyas, Huancavelica o de notables monumentos arqueológicos como Huanuco Pampa o la Fortaleza de Paramonga. Descubrió la estela Chavín como la imponente puya; los que llevan hoy su nombre en homenaje a su obra. 
En 1869, año de la culminación de sus viajes, se casó con la dama huarasina Adela Loli, con quien tuvo tres hijos: Enrique, María y Elvira. Desde ese entonces, a su apremio por poder culminar su obra en vida, se sumó la preocupación permanente

Resulta impresionante el respeto e importancia que científicos de todas partes del mundo le testimoniaron. Exploradores con explícito interés en la arqueología como el norteamericano George E. Squier o los alemanes Williem Reiss y Adolph Stubel (este último maestro de Max Uhle). El geólogo George Kunz o paleontólogos como Agassiz y Gabb. Viajeros como el francés W. Weiner, autor de la célebre obra Perú y Bolivia. Naturalistas como el italiano Pigorini, los polacos J. Stolzmann, K. Jeiski y L. Taczanowski o el alemán Teodoro Wolf. Incluso historiadores de prestigio, como el inglés Sir Clements Markham le rindieron en vida los más altas consideraciones.

Sereno y poco afecto a la exposición publica, Raimondi fue sin duda el principal referente científico de nuestro país de la segunda mitad del siglo XIX. Su personalidad como méritos intelectuales le valió ser reconocido como integrante distinguido de las más importantes asociaciones científicas del mundo. Fue nombrado miembro honorario de la Real Sociedad Geográfica de Londres, la Sociedad Italiana de Antropología, Etnología y Psicología Comparada y la Sociedad Geográfica de París, entre otras múltiples membresías no menos notables. Sin duda Raimondi era por mérito propio, una de las personalidades más requeridas y cosmopolitas del Perú de aquellos años. 

A nivel local fue honrado en vida con el Grado de Doctor en Ciencias Naturales y nombrado Profesor Honorario de la Facultad de Medicina, estos dos últimos títulos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En 1853 realizó su primera misión oficial al servicio del estado peruano; desde 1858 sus expediciones y la publicación sus obras más importantes corrieron por cuenta de dineros fiscales. Su prestigio y seriedad le valieron ser reconocido como consultor científico del estado prácticamente durante toda su vida en el Perú. La mejor ruta para la construcción de una vía férrea, la ubicación de variados yacimientos mineros, la certificación de muestras minerales, criterios para la demarcación territorial o consultas sobre conflictos limítrofes con naciones vecinas, entre otros múltiples temas, constituían sus requerimientos laborales permanentes, a la vez de fundamento de su economía, nunca muy holgada. 

El 26 de octubre de 1890 afectado por una larga dolencia, el sabio fallece acompañado de su hija Elvira, en casa de su compatriota y amigo Alejandro Arrigoni, en la localidad de San Pedro de Lloc, La Libertad. Sus restos reposan en el cementerio Presbítero Maestro de Lima, en mausoleo especialmente construido en su homenaje. Su legado científico y moral representa uno de los capítulos más hermosos en la historia universal de las ciencias naturales. La tarea de la divulgación de su obra y su fe inquebrantable por el Perú, se renuevan generación tras generación, entre quienes encuentran en el ejemplo de su vida, inspiración para un futuro mejor. 

Raimondi Botánico

La obra de Raimondi como botánico es una de las más prolíficas de todas las ciencias a las que estuvo dedicado. Sin duda se trata de una de las ramas de su preferencia, la que encontró en el territorio peruano el lugar más apropiado donde desarrollar estudios en este campo. La exuberante diversidad de la flora peruana descubierta por el sabio italiano hizo posible que el número de especimenes conservados en su herbario haya superado los veinte mil ejemplares; sumémosle a ello trescientas muestras correspondientes a frutos, cortezas, gomas, resinas y demás partes de la biología vegetal colectadas de plantas exóticas desconocidas para la ciencia de la época. 
Esta faceta queda resaltada cuando en 1857 publicó su tratado más importante sobre este reino: "Elementos de la Botánica aplicada a la Medicina y a la Industria…", edición auspiciada por la Escuela de Medicina de Lima, institución que 
posteriormente dio origen a la Facultad de San Fernando, órgano médico emblemático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Cabe indicar que este libro fue dividido en dos partes: la primera dedicada al estudio de la anatomía, fisiología y patología vegetal; la segunda a la taxonomía y fitografía que organizan la clasificación y descripción de las plantas. Su estudio sobre la geográfica botánica fue publicado en la famosa "Geografía del Perú" de Paz Soldán.

"Elementos de la Botánica …" es una obra fundamental en la amplia bibliografía de Raimondi debido a que en ella expone el contenido académico de su cátedra como profesor responsable del curso Historia Natural de la Escuela de Medicina de Lima. No en vano esta publicación fue dedicada a sus discípulos con un doble propósito: facilitarles el estudio de las plantas así como estimular en ellos el amor por la naturaleza.

Además del herbario conservado en la actualidad en el Museo de Historia Natural de Javier Prado, su legado agrupa 300 acuarelas y alrededor de 200 dibujos a lápiz de hermosos ejemplares de flora nativa, los mismos que son cautelados en distintas instituciones culturales, principalmente el Museo Raimondi y el Archivo General de la Nación del Perú. En estas verdaderas obras de arte, Raimondi demuestra su sensibilidad como naturalista al ser el autor de mano propia en buena parte de estas ilustraciones.

Su aporte más emblemático en este campo fue el descubrimiento en el departamento de Ancash de la más conspicua pero a la vez espectacular planta de los andes, cuyo hallazgo describió de la siguiente manera: "En la falda de los cerros, en la banda izquierda de la quebrada (de Cashapampa), se observan, en un terreno casi desnudo de vegetación, unas grandes matas con hojas espinosas en los bordes, en medio de las cuales se levanta un gigantesco tallo cubierto en casi toda su longitud de apiñadas espigas de flores" (El Perú, Tomo I: p. 295). Hoy en día esta planta es ampliamente conocida en el mundo con el nombre de "Puya Raimondi", como justo homenaje a la memoria de su descubridor.

El trabajo de Raimondi acerca de la flora nacional dejó una gran influencia entre los más prestigiosos investigadores que le sucedieron. Así, el alemán Augusto Weberbauer, uno de los botánicos más importantes del Perú del S. XX, le dedicó su más importante obra: "El Mundo Vegetal de los Andes Peruanos". 

Raimondi Zoólogo

Una de las manifestaciones más significativas de la gran riqueza natural del Perú es aquella representada por la diversidad de su fauna. Costa, sierra y selva son hogar de multitud de animales, muchos de los cuales eran desconocidos para la ciencia de aquel entonces.

La primera comisión de Raimondi al servicio del estado peruano tuvo como objetivo la evaluación de un recurso propio de su rica fauna: los depósitos de guano. Sus agudas observaciones y rigurosos análisis sobre esta materia le valieron ser reconocido como uno de los primeros en postular que esta gran riqueza era resultado de los desechos orgánicos de millones de aves que pueblan nuestro litoral. Las gigantescas acumulaciones de las islas Chincha, de más de cuarenta metros de altura, tuvieron su origen en miles de años de continua ocupación de gaviotas, piqueros, guanays, cormoranes, pingüinos y zarcillos. Riqueza que como advirtió el sabio, fue dilapidada sin generar provecho significativo para el país.

Sus viajes por el Perú están llenos de anécdotas y observaciones sobre la conducta de los animales, desde los criterios que deben primar en la selección entre el caballo y el burro de acuerdo a las características de la ruta a seguir, crónicas sobre la astuta conducta de los zorros, la reacción de los camélidos a fin de evitar los rayos de las tormentas eléctricas, el constante asecho nocturno de los murciélagos o el descubrimiento de los "guacharos", singulares aves nocturnas que pueblan las cavernas de la Tingo María.

La recolección de una muestra de la amplia variedad de fauna propia del área andina siempre representó un reto para Raimondi. Lo apretado de sus itinerarios, lo escurridizo de la mayoría de especies así como las complicaciones para su conservación debieron hacer de esta tarea una de las más complejas de todas en las que estuvo empeñado. La manera como solucionó este problema fue conservando sólo la piel de los individuos, especialmente en el caso de mamíferos y aves. Aquellos de tamaño reducido, como peces y reptiles, fueron conservados sumergidos íntegramente en frascos llenos de alcohol.

Aún después de culminados sus viajes por el Perú, Raimondi siguió empeñado en aumentar sus colecciones, especialmente en lo que animales se refiere. Para ello contrató los servicios del especialista en zoología de origen polaco Konstanty Jelski, quien a su vez fue su contacto con prestigiosos científicos de la Universidad de Cracovia. Es particularmente importante su colaboración con el afamado ornitólogo Taczanowski, autor de la célebre obra "Ornothologie du Peruo", (Ornitología del Perú), publicación que se basó en la investigación de una muestra de aves enviada por el mismo Raimondi.

En síntesis, es posible afirmar que la labor de Raimondi en el campo de la zoología fue muy importante, aunque ciertamente se trata de una de las facetas menos conocidas del sabio

Raimondi: Paleontólogo

La historia de la vida en el Perú posee en las entrañas de su territorio el testimonio inequívoco de un tiempo del que ya no existe memoria. A pesar de los millones de años que nos separan de esta remota era, la acción de la naturaleza ha permitido, que en determinadas condiciones lleguen hasta nuestros días evidencias de flora y fauna pretérita conservada en forma de fósiles. Por este último término entendemos el fenómeno natural de substitución de moléculas propias de tejidos orgánicos "duros" (pe. huesos, caparazones, dientes, conchas, maderas, etc.) por materias minerales, transformándolos así en virtuales rocas.

A lo largo de sus recorridos por la geografía nacional, Raimondi reconoció múltiples e interesantes yacimientos de fósiles, los que describió y recolectó con sumo interés. Su colección en este campo es representativa de las diversas regiones del Perú, incluyendo áreas muy remotas como Luya en Amazonas; Cajabamba, Pomabamba y Huallanca en Ancash; Condebamba, Tembladera y Yanacancha en Cajamarca; Angaraes y Yauli en Huancavelica; Huari en Junín; Pataz en La Libertad o Morococha en Lima, sólo para mencionar algunos ejemplos. 

La mayoría de muestras corresponden a moluscos univalvos, bivalvos y gasterópodos (caracoles). Estos fósiles tienen la ventaja de ser fácilmente reconocibles por su abundancia, caracterizarse por su buena conservación, ser de un tamaño cómodo para su colección así como gozar de una amplia dispersión geográfica. Asimismo muchas variedades, debido a su corta vida como especie, aparecen asociadas a un sólo estrato geológico, lo que las vuelve típicas de un período de tiempo en particular. Estos rasgos hacen de estos fósiles excelentes indicadores bioclimáticos y cronológicos, siendo muy útiles para estudios geológicos y paleontológicos debido a que brindan información tanto del proceso de formación de suelos como de la evolución de las especies.

El aporte paleontológico más importante de Raimondi esta relacionado directamente a sus observaciones precisas sobre el medio ambiente primigenio y la vigencia de las especies representadas en los fósiles. En su viaje de 1863 por las quebradas del litoral sur, en el desierto de Sacaco, provincia de Acarí, registra el hallazgo de múltiples fósiles de origen marino, entre los que identifica a varios cetáceos (ballenas). Una atenta mirada a las antiguas formaciones geológicas a la que estaban integrados estos restos, su consistente asociación a fósiles de moluscos desconocidos en su tiempo así como su competencia acerca de la biología propia de las ballenas modernas, le llevaron a concluir que estos restos correspondían a fauna extinta, descartando de plano la idea difundida entre los pobladores locales que ellos eran huesos de mamíferos y moluscos modernos.

Su especial interés en esta ciencia queda de manifiesto en la cooperación que mantuvo con el reconocido paleontólogo norteamericano William Gabb, quien en 1877 publicó un estudio sobre una colección de fósiles que el sabio italiano le envió desde nuestro país. En 1911 Carlos Lisson, con el auspicio del Estado y de la Sociedad Geográfica de Lima, editó el Tomo VI de la serie "El Perú" titulado "Paleontología Peruana" y que presenta los resultados del análisis científico de parte de la colección de fósiles de Raimondi. Su obra y legado en este campo lo han llevado a ser considerado como el padre de la paleontología en nuestro país.

 

Raimondi: Geólogo y Minero

La configuración geofísica del territorio andino fue uno de los aspectos del Perú que más impresionó a Raimondi. Como él mismo manifestó, sus primeras apreciaciones en este campo repararon tanto en la gran abundancia de recursos minerales, como la manera caprichosa como se superponen y relacionan entre sí los distintos estratos geológicos que la integran. Esta impresionante "revolución geológica" es resultado de las activas fuerzas tectónicas que operaron en la formación de los Andes.

Sin embargo, poco a poco, este complejo mosaico geológico adquirió coherencia como resultado de sus observaciones científicas. Así el macizo montañoso que atraviesa el Perú fue develando sus secretos: rocas cristalinas y dioríticas definen el litoral costero; el ramal occidental de la cordillera es rico por doquier en valiosos minerales metálicos; el ramal oriental, el más antiguo de la cordillera andina, esta integrado por pizarra y roca granítica, de cuyas empinadas laderas las lluvias liberan oro que es arrastrado rumbo al Atlántico confundido en los sedimentos de esplendidos y gigantescos ríos amazónicos.

La vastedad del aporte científico de Raimondi en este campo le valió ser considerado como el autor del primer y más completo inventario de recursos minerales del Perú. Nunca nadie como él, antes o después, ha podido siquiera equiparar sus conocimientos sobre las características y distribución de los minerales en nuestro país. Su obra "Minerales del Perú" describe una selección de 652 muestras preparadas por él mismo para su exhibición en la Exposición Universal de París de 1878. Destaca en este volumen la presentación de evidencias y análisis concluyentes en favor del origen orgánico del guano. Con ello se dio fin definitivo a la controversia promovida por quienes postulaban orígenes disímiles para tan preciado recurso. Cabe indicar que la muestra de París fue galardonada como la mejor de su tipo en este reconocido evento.

El valor del conocimiento de Raimondi sobre los minerales como un recurso fundamental para el desarrollo nacional quedó en evidencia al planificarse la construcción de algunos ferrocarriles en regiones dónde la explotación minera pudiera alcanzar una escala significativa. Por ejemplo, su importante obra "El departamento de Ancash y sus riquezas minerales" fue patrocinada por Enrique Meiggs, principal impulsor del desarrollo ferroviario en nuestro medio durante el Siglo XIX.

En la larga lista de publicaciones de Raimondi, sus obras dedicadas a la geología y minería, ocupan un lugar preponderante: "Informe sobre la existencia del Huano en las islas de Chincha", "Manipulación del Huano", "Aguas Minerales del Perú" "Aguas Potables del Perú", "Minas de Oro del Perú", "Memorias sobre el Cerro de Pasco y las montañas de Chanchamayo" "Estudios sobre el Magistral que se emplea en el Beneficio de los Minerales de Plata", etc. A ellas debemos sumarles otra serie de importantes ediciones publicadas póstumamente, como los tomos IV y V de "El Perú", o el tomo II de la obra "Minerales del Perú" compilado, revisado y editado por el prestigioso geólogo Jorge A. Broggi.

La descripción sistemática de la naturaleza en la que estuvo empeñado Raimondi adquiere en su dimensión geológica una de sus perspectivas más relevantes: la caracterización y definición de los componentes naturales que definen el ámbito territorial del Perú.

Raimondi: La Geografía y la Cartografía

El Siglo XIX inició su derrotero bajo el signo de la obra de Humboldt. Nunca como en este tiempo la ciencia estuvo tan compenetrada al concepto de libertad; el afán por la investigación desconocía de límites, ya sean naturales o de pensamiento. Desde Europa una multitud de jóvenes entusiastas, académicos o simples aventureros, animados únicamente por su sed de conocimiento, iniciaron viajes en todas direcciones hacia los confines de la tierra. Pronto las bibliotecas del mundo se vieron inundadas de una impresionante cantidad de publicaciones que reseñaban la experiencia de múltiples exploraciones científicas en los lugares más recónditos del orbe.

Antonio Raimondi crece en este tiempo, alimentando su espíritu de esta filosofía a la que le hacía falta un destino para cumplir con su misión. Animado por sus estudios de América, surgió el entusiasmo por el Perú como meta, imaginándolo sin conocerlo, describiéndolo de la siguiente manera: "Además, su proverbial riqueza, su variado territorio que parece reunir en sí, en los arenales de la Costa, los áridos desiertos del África; en las dilatadas Punas, las monótonas estepas del Asia; en las elevadas cumbres de la Cordillera, las frígidas regiones polares; y en los espesos bosques de la Montaña, la activa y lujosa vegetación, me decidieron a preferir el Perú como mi campo de exploración y de estudio" (El Perú, Tomo I: p. 6).

La realidad que descubrió superó sus sueños; por diez y nueve años de viajes la naturaleza manifestada en sus más diversas y contradictorias realidades geográficas alojaron sus andanzas. El océano, el litoral desértico, islas marítimas o fluviales, lomas estacionales, paramos, punas, quebradas, angostos valles interandinos, nieves perpetuas, bosques secos, nubosos o de lluvia, caudalosos ríos amazónicos, entre otros escenarios naturales, acompañaron sus andares e inspiraron sus notas sobre las distintas especies de animales, platas y grupos humanos que las habitaban.

En su tiempo, grandes extensiones del territorio de la joven republica peruana eran lugares remotos y desconocidos para la ciencia, cuya verdadera riqueza y potencial permanecían aún por ser descubiertos. Esta condición era la causante de que no existieran mapas confiables, por lo que la necesidad de elaborar una carta nacional era un requerimiento fundamental a fin de ilustrar a cabalidad la totalidad de su obra. 

Con brújula en mano, midió con sus pasos el recorrido de sus itinerarios, calculó distancias y auxiliado por el barómetro, estableció la altura sobre el nivel del mar de los territorios que exploró. Conocedor palmo a palmo del Perú, fue de los primeros en definir sobre la base de criterios geográficos, geodésicos e históricos los límites del territorio peruano. Conocía de la importancia de las cartas para el desarrollo de un país, no sólo porque facilitaban la planificación y ejecución de cualquier tipo de proyecto, sino como un instrumento fundamental de cohesión política y social. El recuerdo siempre presente de Italia, desmembrada a conveniencia de vecinas fuerzas foráneas, contribuyó también en su interés explicito por concretar un detallado mapa del Perú. 

La experiencia e información acumulada de sus viajes se plasman en lo que es una de las obras cumbres de la historia de nuestra cartografía: la primera carta nacional a detalle del Perú republicano. Podemos decir sin temor a equivocarnos que ella es el gran resumen del trabajo de Raimondi. En sus leyendas se deja apreciar el carácter monumental representado por su obra, donde a las clásicas convenciones de capitales de provincia, poblados, límites políticos o caminos se suceden ubicaciones precisas de ruinas prehispánicas, puentes, puertos, haciendas, tambos, misiones o cumbres montañosas; minas de oro, plata, cobre o carbón; las últimas adquieren coherencia si tenemos en cuenta que la carta también consideró convenciones para ferrocarriles existentes como por construir. Tierras pantanosas, desiertos, bosques, arenales e islas, junto con la ubicación precisa de las etnias amazónicas, terminan por darnos una apreciación de la diversidad natural y cultural del Perú que descubrió para la ciencia.

Su carta nacional fue a la vez síntesis del espacio de sus estudios y descubrimientos, como testimonio de su visión por el futuro desarrollo social y económico del país. 

Estudios sobre Tumbes realizados por Antonio Raimondi

La fecha exacta del viaje que realizó a Tumbes, el sabio italiano Antonio Raimondi, no es posible precisarla debido a que sus libretas de notas correspondiente al año 1858, no se encuentran en el archivo de la sociedad geográfica de Lima, dándose por perdidas; sin embargo para G. Petersen, el viaje a esta ciudad se habría realizado entre agosto y noviembre de 1858, con motivo de la comisión que el Supremo Gobierno le encomendó para reconocer una mina de carbón que se había descubierto en la Caleta de Tortugas a 22 millas al sur de Paita.

En dicha ocasión, cuando se prestaba a regresar a Lima, con el sentimiento de haber hecho un viaje infructuoso, toda vez que no existía el codiciado mineral, supo, por unas muestras que recibió, que más al norte se encontraba unos depósitos de carbón de piedra, por lo que en compañia del Ingeniero Mario Ayllón, decidió trasladarse al lugar para estudiar el terreno de donde habían extraído dichas muestras.

Dicho terreno se haya situado a la orilla del mar, 5 leguas al Sur de Tumbes, en un lugar conocido con el nombre del Malpaso.

Por sus caracteres geológicos, por la cantidad de yeso que contiene y por los manantiales de agua salada que se notan en él, este terreno no pertenece a la verdadera formación carbonífera y es conocido en Geología con el nombre de Trías. aÑas capas que componen esta formación, aunque un poco más recientes que las de formación carbonífera, contienen sin embargo a veces pequeños depósitos de carbón, el terreno de Malpaso es un ejemplo; en el barranco que rodea la orilla del mar yque se nota tanbién más adentro, por medio de las quebradas existe una capa de liñito, mezclada cor arcilla del espesor, que se extiende hasta la distancia de unas cuadras. En otro punto, un poco más al Sur, en el mismo barranco, existe otra capa de liñito mezclada con arcilla, sulfato de alúmina (alumbre) y sulfto de fierro (alcaparrosa).
En fin, casi a nivel del mar, al pié del barranco se ha trabajado otra veta que parece formar un depósito limitado, en donde el combustible se puede ya considerar como un verdadero carbón de piedra, pudiéndose clasificar entre las hullas secas.

El terreno de Malpaso, se halla por sus capas horizontales, que en algunos puntos se inclinan ligeramente hacia el Sur, con un ángulo que varía de 10 a 15°. Esta disposición hace que no se pueda ver las capas inferiores con tanta facilidad como la Caleta de Tortugas y en la Punta de Agujas, y a pesar de que el geólogo, no puede decir con tanta certidumbre, que debajo de estos terrenos exista carbón, como puede asegurar que no existe debajo de los más arriba citados, hay, sin embargo una probabilidad de que se halle la verdadera formación carbonífera con algunas capas del precioso combustible.

Por último, en el interesante libro 'El Perú', Raymondi nos cuenta que Cieza de León, fué el primero en dar a conocer la latitud en muchos puntyos de la costa, que los recogió de los pilotos de entonces, y las observaciones hechas por ellas no son exactas, comparadas con las actuales, son importantes conocerlas bajo el punto de la Historia de la Geografía, Así para la boca del Río Tumbes.



Raimondi: Arqueólogo 

"….llegué al pueblo de Chavín, para ver las importantes ruinas llamadas el Castillo; penetré en sus obscuros subterráneos; recorrí en todos sus sentidos, hasta donde me fue posibleJustificar a ambos lados, ese intrincado laberinto; vi la piedra esculpida con simbólicos dibujos, que á manera de columna sostiene las grandes piedras que forman el techo, en el punto donde se cruzan las galerías, y levanté un pequeño plano de la parte en que había logrado penetrar". Con estas palabras Raimondi narra en el Tomo I de su obra "El Perú", la honda impresión que le causó uno de los sitios arqueológicos más distintivos de nuestro país: Chavín de Huántar.

A lo largo de diecinueve años de itinerarios por el Perú, el testimonio indeleble del antiguo poblador prehispánico acompañó permanentemente la descripción de los territorios recorridos por Raimondi. Para él, nunca como en el caso andino, naturaleza y obra del hombre se asociaron de manera tan armoniosa e íntima, integrándose equilibradamente, componiendo un mismo escenario natural.

Infinitos andenes, regios caminos imperiales, incontables poblados o llactas, impresionantes ciudades como Pachacamac o Huanuco Pampa, enigmáticas construcciones como Paramonga o Kuelap, torres sepulcrales en Huamalíes, Huarochirí y Puno, petroglifos de apartadas regiones de Arequipa, Tacna o la cuenca del Pachitea, entre otras evidencias del pasado prehispánico, inspiraron la amena pluma del sabio italiano. A diferencia de otros viajeros de su tiempo, Raimondi no limita sus estudios en este campo al registro detallado de los antiguos monumentos, tarea de por sí importante, sino que postula, con la agudeza que lo caracterizó, una antigüedad anterior a los incas para muchos de ellos. Así fue uno de los primeros en descartar, sobre la base de evidencia empíricamente contrastable, la idea difundida que todas las ruinas de los gentiles eran del tiempo del Tahuantinsuyu.

Una interesante parte de la inmensa colección de Raimondi estuvo conformada por materiales arqueológicos. Objetos de cerámica, metal y piedra, una selecta muestra de cráneos de distintas partes del Perú e incluso algunas momias, podían contarse entre sus integrantes más valiosos. Ante todo un hombre de principios, fue de los primeros en llamar la atención pública sobre el alarmante e indolente saqueo del patrimonio artístico prehispánico. "Pelotón de vándalos" fue el enérgico término que empleó para hacer referencia a los que se dedicaban a esta ilícita actividad. Pareciera que el eco de su denuncia resuena incluso hasta el día de hoy.

Gracias a la obra de Raimondi, el estudio de la historia natural tiene en el campo del Perú prehispánico la justificación plena de la amplitud enciclopédica que la Ilustración le heredara desde el S. XVIII. Además de los reinos de animales, plantas y minerales, incorpora en sus investigaciones al hombre y su obra, pasada y presente, cumpliendo así su pretensión de ciencia explicativa universal.

Raimondi y el Arte 

Raimondi y el arte son uno sólo. Porque el espíritu del artista no sólo requiere de sensibilidad, sino de perseverancia, aquella que ante la adversidad le permite seguir fiel a lo que siente, al estimulo inexplicable que lo inspira. En su caso, el arte demostrado en el trazo que dibuja sus plantas, los retratos de los indígenas o las líneas que dan forma a sus cordilleras, adquieren real dimensión cuando consideramos que ellas son testimonio fehaciente de una misión auto impuesta: dar a conocer al mundo las riquezas naturales del Perú.

La estética de Raimondi es la estética de la naturaleza; jamás pretendió apartarse de la composición original de la materia. Como naturalista, el valor de los dibujos y las acuarelas en las que ilustraba animales, plantas o paisajes era mayor mientras más fiel se representara a los originales. El caso de sus acuarelas botánicas es donde esta tendencia se manifiesta de manera patente. Su valor documental queda resaltado al ilustrar una única planta sobre el soporte de papel. Se omite intencionalmente cualquier atributo de fondo, escénico o periférico, complementario a la ilustración central, como bien pudo haber sido el entorno natural.

El propósito científico de la obra gráfica es resaltado con dibujos de cortes de distintas partes de la biología vegetal, a saber: flores, semillas o frutos. En este contexto resultan fáciles de entender anotaciones a lápiz que reseñan información adicional, como el nombre científico de la especie y su proveniencia, considerando en este último caso referencias a cuencas de ríos, ciudades, poblados e incluso haciendas. Esta racionalidad documental parece contradictoria e incluso incompatible con la personalidad sensible del artista, sin embargo ambas facetas se amalgamaron en él. \
Raimondi pertenece a la estirpe de personalidades que con su talento han tendido un puente entre arte y ciencia, descartando así aquel difundido prejuicio que disocia el rigor científico de la sensibilidad artística. Este mismo espíritu acompaña las obras de los acuarelistas franceses Dumontel, Garnier y el peruano Velarde, quienes asumieron la labor de ilustración de sus colecciones.

El contexto descrito nos hace comprender que la extrema minuciosidad pictórica del sabio milanés es a la vez característica y requisito indispensable de la estética de un naturalista. Sin embargo, entre las de su tipo, las acuarelas de Raimondi alcanzan una perfección que trasciende lo natural, abriendo a los sentidos un camino de nuevas percepciones en la misteriosa dimensión donde la vida se anima a sí misma.

Raimondi y la Etnografía 

En el siglo XIX, la visión del Perú en Europa estaba asociada a la memoria de la antigua y exótica civilización Inca. Los escritos de los cronistas españoles del siglo XVI consolidaron en el imaginario colectivo europeo un territorio andino tan agreste como lleno de riquezas, donde los soberanos incas encarnaban la "raza aborigen" de esta parte de las indias occidentales.
Uno de los aportes más significativos de Raimondi como resultado de su percepción totalizadora del paisaje peruano fue el descubrimiento de un país poblado por múltiples grupos étnicos de hondas raíces históricas. La carta nacional elaborada por Raimondi es la manifestación más elocuente de su profundo conocimiento de los grupos nativos. En ella se leen los nombres de estas naciones y los territorios que ocupan: Aguarunas y Jíbaros a orillas del Marañon, indios Iquitos y Boras en el Amazonas, Conibos y Mayorunas en el Ucayali, Campas en el Perene, Tambo y Urubamba, Catacongos a lo largo del río Madre de Dios, configuran entre otras etnias, lo que fue el primer mapa republicano que incluyó información fidedigna de la diversidad y distribución de los grupos aborígenes del Perú.

Como se puede apreciar, destaca el interés especial que en este campo Raimondi les dedica a los nativos de la selva peruana. Una parte de su obra "La Provincia Litoral de Loreto" reseña las costumbres particulares de las poblaciones selváticas. A sus notas sobre el comportamiento social de los indígenas, se sumaron colecciones integradas por ropas e instrumentos típicos de los grupos amazónicos. Asimismo observaciones sobre el conocimiento ancestral de plantas y animales nativos como sus propiedades medicinales o industriales, eran sin duda parte de su interés científico al relacionarse respetuosamente con estos grupos.

En un pasaje de su obra Raimondi escribió: "Nunca olvidaré las placenteras noches que pasé a orillas del encantador Apurimac, iluminado por la pálida luna, sentado junto a un gran fuego, rodeado de salvajes con el rostro pintado, acomedidos en decirme su nombre en su idioma". En 1945, casi un siglo después de los recorridos de Raimondi por nuestro país, un afamado antropólogo inglés definirá a la etnografía como el arte de hacer amigos. Esta frase nos lleva a afirmar que nadie en el Perú de aquellos años hizo tantos amigos entre poblaciones tan diversas como Raimondi; su respeto por la naturaleza y el conocimiento ancestral de los grupos nativos fue otro de los valores que caracterizaron su noble personalidad.

Raimondi Botánico
Por: Ramón Ferreyra Huerta
Octubre 26, 1966.

Antonio Raimondi desde niño mostró una decidida inclinación por el estudio de las Ciencias Naturales; su infancia la pasó deleitándose con la lectura de los relatos de los grandes viajeros y exploradores como Colón, Cook, Bougainville, Humboldt y otros. Poco a poco fue despertando en su espíritu un vivo deseo de conocer aquellas regiones tropicales ricas en flora y fauna. Seguía con curiosidad las rutas de los famosos viajeros teniendo a la mano los mapas, imaginándose ya un explorador en medio de los inmensos bosques de la selva amazónica. Le llamaban mucho la atención los animales raros que solía ver en los parques zoológicos de su patria. Visitaba también los museos de Historia Natural para ver de cerca a esos animales disecados y conocer su hábitat, sus costumbres. A estos seres inanimados de los museos les daba vida entregándose a la fantasía como más tarde decía: "que de cuadros se me presentaban interiormente, al hallarme entre tantos y tan variados animales reunidos en las espaciosas salas de los museos".

Soñaba también con las plantas tropicales; le parecía ver una vegetación lujuriante con su verdor permanente y saludable; triste era su despertar cuando con su alma de niño veía que los árboles de su patria perdían las hojas al acercarse el invierno; una profunda melancolía se apoderaba de su espíritu al contemplar los campos cubiertos de nieve y los árboles con sus ramas desnudas que parecían pedir al cielo los cálidos y vivificantes rayos de sol. Raimondi se refugiaba en los invernaderos o conservatorios de los Jardines Botánicos, donde el calor artificial podía mantener algunas de las plantas tropicales del nuevo mundo. Sus visitas a estos jardines eran frecuentes especialmente durante el crudo invierno. Un feliz día tuvo la oportunidad de ver una planta exótica que por su porte y forma llamó su atención; se trataba nada menos que de una especie peruana: CEREUS PERUVIANUS, una de las tantas Cactáceas de tallo columnar y espinoso que se erguía dentro del invernadero como un monstruoso candelabro hasta el techo recorriendo parte de éste, sostenido por cordeles. Recordando aquello el sabio diría: "la mutilación de este patriarca de los cactus que era una de las plantas de mi predilección, me produjo un vago pesar, como si hubiera sido un ser animado y sensible y esa extraña circunstancia hizo nacer en mi, la primera simpatía hacia el Perú, su patria: presagio sin duda de mi futuro viaje a este país".

El 28 de Julio de 1850 el acariciado sueño de Raimondi se hizo realidad. Su llegada al Callao coincidió con la celebración del aniversario de la Independencia. El entusiasmo de un joven de 24 años lo impulsó para iniciar de inmediato sus estudios botánicos. Para el efecto traía de Italia una importante literatura como la "Flora peruviana et chilensis" de los pioneros españoles Hipólito Ruiz y José Pavón; la obra "Prodromus" de De Candolle y muchos relatos de los cronistas de la época. Vio con alegría algunas especies que le eran familiares por haberlas visto en los conservatorios, pero aquí las encontraba mucho más robustas y lozanas. No encontró en los alrededores de Lima los grandes bosques propios de las regiones cálidas, como los había imaginado leyendo las obras de los exploradores que le precedieron. Recién al año de estadía en nuestra capital emprendió un largo viaje hacia las montañas de Chanchamayo. Aquí fue donde tuvo la primera impresión de la selva amazónica.

Pese a su juventud Raimondi trajo al Perú un enorme caudal de conocimientos de Ciencias naturales. Conocía, además de las obras de los botánicos Ruiz y Pavón, las investigaciones de Tadeo Haenke realizadas en el centro y sur; los viajes del navío Beagle con el naturalista Charles Darwin; las valiosas aportaciones del zoólogo alemán Juan Diego Tschudi; la expedición científica de Charles Wilkes de la Marina de EE.UU.; la misión científica del Conde F. de Castelnau con el célebre botánico Hugo Weddell, todo lo cual revela que el sabio estaba al día con las investigaciones en nuestro país.

Vino decidido a conquistar los últimos rincones para satisfacer su insaciable curiosidad de investigador de la naturaleza. Raimondi explicaba por qué decidió venir al Perú con las siguientes frases: "su proverbial riqueza, su variado territorio que parece reunir en si, en los arenales de la costa, los áridos desiertos de Africa; en las dilatadas punas, las monotonas estepas del Asia; en las elevadas cumbres de la cordillera, las frígidas regiones polares; y, en los espesos bosques de la montaña, la activa y lujuriosa vegetación tropical, me decidieron a preferir el Perú como mi campo de exploración y estudio".

Existía entonces un grupo de peruanos que habían estudiado la Biología. Raimondi se familiarizó con ellos, revisó, por ejemplo, los escritos de Geografía e Historia Natural del Dr. Cosme Bueno, los estudios de Botánica de Gabriel Moreno y los valiosos aportes de Hipólito Unanue. Fue admirador de estos dos perínclitos naturalistas peruanos.

Con la llegada del gran milanés se inicia una verdadera transformación de las investigaciones de Botánica, Zoología, Geología, Minerología, Cartografía, etc.

Durante 19 años recorrió el territorio nacional desde Tumbes hasta el Loa y de Este a Oeste, cruzando las altas cordilleras de los Andes. Sus primeras exploraciones las hizo en el centro y sur. Adquirió una gran experiencia en estos viajes, resistió estoicamente los estragos del soroche en las punas inhóspitas, las fatigas en las selvas bajo un calor sofocante, las caminatas en los desiertos costaneros.

El 26 de Marzo de 1859 hace su primer viaje al norte, recorre la costa, pasa a
los departamentos de Ancash, Cajamarca, Amazonas, San Martín, Huánuco y regresa a Lima después de dos años de ausencia. Tenía mucho material colectado, las plantas requerían un cuidado especial y procedió a clasificarlas. Terminada esta labor y obligado por su indesmayable deseo de conocer otros lugares del país, decidió emprender nuevos viajes: al sur, centro y norte. Haciendo gala de una voluntad férrea y de una fe inquebrantable, Raimondi al referirse a esta nueva prospección dice textualmente: "medité con calma mi plan antes de emprender mis nuevas campañas, me proveí de nuevos elementos para extender el campo de mis estudios y viajar con comodidad, aprovechando la experiencia adquirida a costa de tantas fatigas y privaciones y armado de nueva paciencia y resignación empecé mis tres últimos viajes".

En mayo de 1862 inició su viaje al sur del país, pasando por Ayacucho, Huancavelica, Castrovirreyna. Justamente aquí, en una de las minas, cayó gravemente enfermo con verruga. Su organismo se fue debilitando lentamente. Se encontraba a 5 mil metros de altura sobre el nivel del mar; todas las circunstancias hacían preveer un desenlace fatal. Pero afortunadamente el destino lo salvó de ese trance. Fue el ingeniero Ricardo Durfeldt, quien lo conduce en camilla desde esos inclementes parajes de la cordillera hasta Pisco. Tuvo que permanecer 6 meses en Lima hasta su total restablecimiento.

En agosto de 1863 reanuda su viaje al sur, visita las lomas de Sama, Tacna, Arequipa, Puno, Carabaya, Azángaro, Sandia y Huancané. Hace después un recorrido alrededor del Lago Titicaca. Prosigue al Cuzco, La Convención y Marcapata. Llega a Lima el 31 de Enero de 1866. Habían transcurrido 2 años y medio.

Necesitó varios meses para ordenar todo el material que había conseguido en las herborizaciones de la región meridional. En agosto de 1866 sale para Huancayo con el propósito de explorar la confluencia de los ríos Mantaro y Apurímac o sea el río Ene, situada a una altitud de 1039 metros. Satisfecho su deseo, decide regresar a Lima en diciembre del mismo año.

Durante 6 meses estuvo ocupado en la preparación de plantas y animales procedentes del centro. Consiguió todo el equipo necesario para su último viaje y salió en junio de 1867 rumbo a los Departamentos de la región norteña.

Gracias a su extraordinaria fortaleza física y a su optimismo pudo salir airoso de los múltiples peligros que le acechaban en los caudalosos ríos de la Amazonía y en los escarpados caminos de las crestas y farallones andinos. Se habían cumplido 19 años desde la llegada de Raimondi al Callao y el sabio tenía 53 años. Se iniciaba la otra faceta de su vida; era el momento de plasmar con la imprenta sus descubrimientos, observaciones y notas que en sus 61 libretas de viajes había acumulado.

Al terminar el primer tomo de "El Pero", escribe las siguientes frases que revelan su singular personalidad: "heme aquí, después de infinitos peligros, llegando sano de cuerpo y espíritu al puerto de salvación, heme aquí, por fin, rico de materiales y conocimientos sobre el país, tesoro para mi de incalculable valor, recogido, puedo decirlo así, a costa de mi sangre y de mi juventud. Actualmente una sola idea me atormenta y es la continua duda de que no me alcance la vida para dar cima a
m.1 atrevida empresa".

Desde 1857 a 1890 el insigne italiano escribió, además de los primeros tres volúmenes de "El Perú", varias obras importantes: "Elementos de Botánica", "Minerales del Pero", "El Departamento de Ancash", numerosos folletos, opúsculos y artículos misceláneos; dueño de una prodigiosa memoria, completaba y daba conjunción y vida a las notas, acuarelas, mapas, diseños y colecciones que en forma muda formaban sus elementos de juicio. Desafortunadamente su obra quedó inconclusa, pero tuvo el privilegio de sentar las bases de las Ciencias Naturales en nuestra patria y obsequiamos sus valiosas colecciones que todavía sirven de consulta para las investigaciones de la gea, flora y fauna.

En 1891 la Sociedad Geográfica de Lima nombró una Comisión, presidida por el Ingeniero Ernesto Malinowski, para inventariar las colecciones del sabio desaparecido. El resultado dio 20 mil ejemplares de plantas de herbario, las que fueron instaladas en una de las salas del Jardín Botánico de la Facultad de la Universidad de San Marcos bajo el cuidado del botánico italiano Nicolás Esposto.

En 1926, a los 100 años de su nacimiento, se enviaron a Berlín, atendiendo la solicitud formulada por botánicos alemanes, quienes por entonces proyectaban escribir "La Flora del Perú", 17,747 ejemplares a fin de que fueran identificados por los especialistas. El famoso botánico alemán Harms se encargó de clasificar muchas especies, encontrando numerosas nuevas para la ciencia. Entre ellas sobresale la PUYA RAIMONDI, una de las plantas más espectaculares de la puna peruana por su tallo gigantesco de 10 a 12 m. de alto que semeja un monumento natural para perennizar la memoria de este hombre admirable.

Una vez estudiado el material, se devolvió a la Universidad de San Marcos y se depositó en el actual Museo de Historia Natural "Javier Prado". La colección no sólo regresó incompleta sino que muchos ejemplares estuvieron mutilados, quizás, debido al largo viaje de ida y vuelta. Como un homenaje póstumo diversos botánicos han vinculado el nombre del sabio italiano a especies por ellos descubiertas.

Teniendo en cuenta la importante colección botánica, las publicaciones y acuarelas, podemos afirmar que fue la CIENCIA AMABLE el campo de su predilección. El gran botánico alemán Augusto Weberbauer, dedicó a Raimondi su magna obra intitulada "El Mundo Vegetal de los Andes Peruanos" y a su juicio no puede ser más elocuente: "los estudios que mas le agradaban eran los de botánica pero no solo trato de conocer las especies que comprende la flora peruana, sino que prestó atención también a la distribución geográfica de las plantas".

En 1951, el que habla tuvo el alto honor de dedicar una especie nueva al naturalista de Milán con alma de peruano, como un sencillo homenaje de admiración y gratitud: WEBERBAUERELLA RAIMONDIANA, un binomio significativo porque enlaza dos nombres escritos con molde de oro en la Historia Natural del Perú. Pero a esta gratitud debemos aunarnos todos los peruanos porque Raimondi, el Caballero de la sabiduría, hijo de la Italia inmortal, fue el único científico extranjero del siglo pasado que por su acendrado amor al Perú nos legara toda su monumental obra.

Para terminar, creo oportuno recordar una de sus frases más célebres: "JOVENES PERUANOS! CONFIADO EN MI ENTUSIASMO HE EMPRENDIDO UN ARDUO TRABAJO MUY SUPERIOR A MIS FUERZAS. OS PIDO PUES VUESTRO CONCURSO. AYUDADME. DAD TREGUA A LA POLITICA Y CONSAGRAOS A HACER CONOCER VUESTRO PAIS Y LOS INMENSOS RECURSOS QUE TIENE".

¡Las riquezasdel Perú...!

Trujillo, 14 de Julio del 2003 

Señor Víctor Hugo Paredes F. 

Director del Vespertino SATELITE 
"El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro", así lo calificó el sabio Don Antonio Raimondi, es que él, había recorrido las 4 regiones naturales y las conoció con sus cinco sentidos; sus palabras tendrán eco histórico-geo-socio económico-cultural y militar en las presentes y futuras generaciones. 
El catedrático Dr. Alberto Zúñiga, ardiente defensor de las "200 millas marinas" o "Mar de Grau", afirma: "No tenemos un Perú, tenemos siete (7) Perú, cada cual lleno de riquezas, que superan a cualquier otro país".

1.- Perú de agua: conformado por el inmenso Océano Pacífico, ríos, lagos. El "Mar de Grau", es el acuario más rico del mundo, con sus aves guaneras; es la vía de comunicación naviera turística-comercial con el continente asiático; es nuestro futuro.

2.- Perú de arena: conformado por la franja costera, que nos une con Chile y Ecuador. Sus fértiles valles son agropecuarios-industriales, con mayor población y cultura.

3.- Perú de piedra: Los conforman los Andes Peruanos, cerros ricos en oro, plata, cobre, etc. con producción agrícola ganadera, es granero del Perú.

4.- Perú bio-verde: La Amazonía es el jardín botánico y zoológico más grande y variado del universo, cuyos ecosistemas defienden la ecología de América. Zona turística de bellos paisajes y de culturas autóctonas.

5.- Perú de aire: Inmenso espacio aéreo, con masa oxigenante que protege la vida, cuya pureza tenemos que cuidar y proteger, arriba, más arriba hasta el cielo. El espacio aéreo es soberanía del Perú.

6.- Perú de hielo: Conformado por el sector del continente Antártico que nos pertenece, lleno de peces y valiosos minerales, es zona estratégica recién explorada, muy pocos las conocemos, es necesario habitarla.

7.- Perú subterráneo: Todo lo que está bajo el sub-suelo lleno de petróleo, minerales, el gas de Camisea y napa acuífera con agua dulce, todo de gran valor. 
Dios y la naturaleza, todo nos ha dado, todo tenemos, pero no lo explotamos porque todos los gobiernos han permitido que otros países capitalistas se lleven nuestras riquezas y destruyan nuestra cultura empezando por el español Francisco Pizarro. 
Podemos afirmar que la educación peruana no ha logrado formar el tipo de hombres y mujeres que necesitamos para explorar, explotar, transformar e industrializar las riquezas de los SIETE PERU. 
¡Educación y trabajo es la fórmula del éxito!. Somos dueños de SIETE PERU, por ello cantemos ¡Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz!. Don Antonio Raimondi vive en nuestra recuerdo y gratitud.

Atentamente,

Miguel Radas Huamanchumo 
DNI 17936068 

San Pedro de Lloc, la última morada de Antonio Raimondi
De "La Industria" de Trujillo. Martes, 2 de Noviembre de 1999


"Confiado en mi entusiasmo he emprendido un arduo trabajo superior a mis fuerzas. Pido pues vuestro concurso. Ayudadme. Dad tregua a la política y consagraos a hacer conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene". 
(Antonio Raimondi)

El pasado 26 de octubre se recordó los 109 años de la muerte del sabio italiano Antonio Raimondi Dellacua. San Pedro de Lloc tiene el orgullo de haberlo cobijado, tal vez, en el momento más difícil de su existencia y, también, de presenciar su muerte. 


Casona de 5 ventanas ubicada en la calle 
Real, donde Raimondi vivió sus últimos 
años. Ahora es un Museo

Antonio Raimondi nació en Milán (Italia) el 19 de setiembre de 1826. Sus padres Enrique Raimondi y Rebeca Dellacua. Desde niño se inclinó por las ciencias naturales. Leyó muchas obras de viajes y con ello en su mente se dibujaba el esplendor de la fauna y la flora de América. Su deseo y propósito de conocer el Perú nació cuando en el Jardín Botánico de Milán vio con mucha pena el corte de un 
Cactus peruvianus.

Raimondi se internó en la sierra, en la selva, recorre valles, ríos y sedientos desiertos. En 1879, pese a la guerra con chille, permaneció inalterable en sus investigaciones científicas, aportando conocimientos valiosos para el Perú. Durante 19 años el sabio italiano se dedicó a estudiar las tres regiones naturales. Durante sus viajes coleccionó especies para el archivo que lleva su nombre. 
En Botánica presenta una visión científica universal, en Paleontología reúne innumerables fósiles y en zoología logró una impresionante colección de aves peruanas. Como diplomático arregló con honor y dignidad el asunto de los límites 
con el Brasil.

Se traslada a San Pedro de Lloc y la salud del sabio milanés comienza a quebrantarse por una pleuresía. Por recomendaciones médicas debía permanecer en una ciudad de buen clima. Enterado su fiel amigo Alejandro Arrigoni de su delicada situación le envió una misiva desde San Pedro de Lloc, invitándolo a disfrutar del benigno clima sampedrano. Raimondi aceptó. Al llegar San Pedro de Lloc se alojó en el inmueble Nº 69 de la calle 2 de Mayo, actualmente Museo Raimondi. Los sampedranos conocedores de la valía del sabio lo recibieron con gran cariño y respeto. El italiano ya conocía de estas tierra del Cacique Lloc. Aquí conoció la elaboración del famoso pellón sampedrano, para cuya industria tuvo expresiones de elogio.

La enfermedad de Raimondi empeora. El Perú entero espera con angustia el desenlace. Un equipo de médicos entre ellos Pedro Brito, Alejandro Arrigoni, Manuel Cevallos y Julio Olavarría, asistieron al sabio italiano. Todo esfuerzo fue vano, y el 26 de octubre de 1890 la vida de Antonio Raimondi se extinguió para siempre. 

Quienes lo acompañaron en su lecho, en los últimos momentos de su vida, escucharon que el sabio deliraba así: "Caracol: mínima cinta métrica con que mide el campo Dios". "Naranjo florido de esta tierra linda, mándame tus flores a mi sepultura". Y su última palabra: "¡Natural!: El Perú". 
Desde Lima se reclamó su cuerpo. Era necesario embalsamar sus restos. Como no se contaba con los elementos necesarios para la actividad, este fue colocado en un depósito de zinc con alcohol, que a su vez fue colocado en el ataúd correspondiente. Ante el féretro hicieron guardia las principales personalidades de la ciudad. 

El ataúd llegó a Lima el 2 de noviembre. El 14 del mismo mes se inhumaron los restos del "Padre de nuestra geografía" e infatigable viajero, dejando a las generaciones peruanas el ejemplo de lo que nuestro país es capaz de producir con el esfuerzo y dedicación de cada uno de nosotros. 
Antonio Raimondi paso a mejor vida. Su nombre y enseñanzas quedaron en el legado histórico y científico para el Perú. Por ello, instituciones culturales, centros educativos, avenidas, plazuelas llevan su nombre. En San Pedro de Lloc, ciudad donde el científico entregó su vida Dios, la casona donde se cobijo y falleció, es ahora el Museo Raiomondi. 

"La recuperación de la vieja y solariega casona de la calle Real, donde murió Raimondi, nos impulso a convertirla en el templo cívico y del recuerdo. Quiera el destino que la obra iniciada encuentre eco en el Instituto Nacional de Cultura", señaló el ex alcalde y gestor de la obra, Virgilio Purizaga Aznarán. 

La habitación donde falleció el italiano, se conserva la bella ventana a la calle, la modesta cama de fierro, su viejo baúl forrado con cuero negro y claveteado con tachuelas, donde el naturista guardó con mucho celos sus apuntes de viajes. Se aprecia un retrato de él donado por la Embajada de Italia, fotografías de su amigo Alejandro Arrigoni y de sus dos hijas: María Antonieta y Elvira Raimondi Loli.


Plaza Italia, también llamada Santa Ana en 1870 


Monumento Raimondi, en foto de comienzos del siglo XX

 Fuente:Logia Antonio Raimondi

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