"//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js">

BUSCADOR TEMÁTICO o AVISOS CLASIFICADOS.

Búsqueda personalizada

domingo, 13 de diciembre de 2009

Máscaras y teatro en el Perú.

las enormes máscaras de los danzantes de la diablada puneña, con luciérnagas, sapos, culebras y grandes colmillos saliendo de su boca. La semejanza con los diseños de Sechín, Chavín o Tiahuanaco es evidente.

Fuente: elcomercio.pe Domingo 13-12-2009

Publicación de Arturo Jiménez Borja

Por: Miguel Rubio Zapata**

¿Desde cuándo existe teatro en el Perú?

Esta pregunta fundamental surgió cuando, muy joven, vi la colección de máscaras de Arturo Jiménez Borja, un acercamiento a los usos ancestrales de la máscara, un replanteamiento de la noción del teatro como género literario arribado con la conquista.

Otra treatralidad

El teatro parte de valorar situaciones que no necesariamente requieren de un texto previamente escrito. Son formas de teatralidad provenientes del ritual, la fiesta, el juego y el intercambio de roles presentes en las múltiples expresiones escénicas donde la comunidad juega y simboliza. Esta colección de máscaras posee estos ejemplos festivos. Por ejemplo, las enormes máscaras de los danzantes de la diablada puneña, con luciérnagas, sapos, culebras y grandes colmillos saliendo de su boca. La semejanza con los diseños de Sechín, Chavín o Tiahuanaco es evidente.

Danzar siendo otro

El vínculo con la memoria ancestral está presente en la primera máscara adquirida por Jiménez Borja. Pertenece a Jija Huanca, una danza guerrera prehispánica de Huánuco. Decía él que las máscaras no son para colgarse en una pared. Cierto, entre la máscara y el cuerpo del danzante que la lleva hay un intercambio de identidades de cuya fusión aparece otra. El enmascarado deja de ser quien es. No se le debe reconocer, es una pieza más del ensamblaje.

Patrimonio y performance

Jiménez Borja desarrolla investigaciones arqueológicas y restauración, vinculándose a espacios ceremoniales como las plazas, explanadas, templos, que inició en Puruchuco (1953) y continuó en la huaca Huallamarca, Cajamarquilla, Huaycán, Chan Chan y Sechín. Los trabajos no culminaron con la restauración arquitectónica sino con la indagación de cómo fue el hábitat de los antiguos peruanos. Con eventos performativos intentó conectar los sitios con sus posibles usos ancestrales de representación.

Magia y ritualidad

Las máscaras dan a las fiestas un carácter mágico ritual que conecta a la memoria colectiva que guarda, construye y recrea una comunidad. “La danza en la que participan las máscaras impone un sentido de uniformidad de movimientos, porte, compostura del cuerpo y de los pasos. Todo esto influye en el espíritu de grupo, en el movimiento colectivo de la danza. Ella exige un tiempo medido y un ritmo propio”, dice don Arturo. La fiesta, con su acompañamiento de música, comida y bebida, danzas y ceremonias, une a la comunidad. Según él, la máscara es el elemento principal que da a la fiesta carácter mágico ritual, de conexión con el pasado. En el antiguo Perú bailar y cantar tenía una palabra unificadora: taqui, que quiere decir “baile”. Así, ambas expresiones artísticas estaban vinculadas. No había baile que no incluyera un canto o cantos no acompañados por danzas.

De ritos y colectividad

Jiménez Borja rastreó, en crónicas y relatos, situaciones de danza, canto e interpretación de instrumentos musicales que nos revelan ancestrales usos de máscaras, los vestidos usados por los bailarines y el desarrollo de sus taquis. Muchas de estas crónicas son aventuras del dios Cuniraya, quien persiguiendo a la diosa Cahuillaca pregunta a los animales que encuentra en su camino sobre el rumbo de la bella. Bendice a los que dan buenas noticias y maldice a los que no. Ser venerado en la cabeza de un danzante enmascarado es el premio. Las máscaras son parte indispensable de una colectividad, de un pensamiento estructurado de acuerdo a los ciclos de la tierra, con su nutrido calendario agrícola marcado por danzas. Se baila en el trabajo de la tierra y para acompañar al ganado; se baila para celebrar a los que nacen y para despedir a los que se van. Se baila en la vida y en la muerte. Cada pueblo baila para afirmar su pertenencia y allí está la máscara, compañera indesligable, afirmando la vida colectiva.

Apropiarse del espíritu

El danzante con máscaras de animales busca asumir sus cualidades. Intenta integrarse y formar parte del universo en armonía con el mundo natural, una identidad que se transforma y recrea (recurso presente en todas las culturas del Perú). Un universo de personajes y danzas donde se encuentran los mitos con la historia, los hombres conversan con los animales y los notables no mueren sino que se reencarnan en las montañas y se convierten en apus tutelares de su pueblo. Los personajes atraviesan los tiempos y se transforman. Allí también aparecen seres mitad hombres y mitad animales.

El teatro originario

Si la idea de teatro está asociada a una historia que se cuenta, al espacio y tiempo donde se realiza, a los personajes que la presentan, a los vestuarios y máscaras que usan, pues todos esos ámbitos fueron motivo de estudio de Arturo Jiménez Borja que permite indagar una noción originaria del quehacer escénico en estas tierras. La tradición mascaril se pierde en el tiempo, ¿cómo imaginar el culto a las deidades tutelares o a la pachamama sin la danza y sin la máscara como elemento esencial? ¿Cómo no imaginar por allí los orígenes de nuestro antiguo teatro?

Las venas de agua

“Jiménez Borja recoge leyendas sobre los auquis como espíritus de las montañas y su posterior representación en máscaras. Auqui es “señor” y también “anciano”. En algunos lugares toma el nombre de huamani o apu. Puede simbolizarse en montañas, pampas, rocas de forma extraordinaria u otro accidente geográfico importante, como el lago Titicaca. Las aguas subterráneas que afloran son las venas de los auquis. Si los hombres no cumplen con las obligaciones hacia ellos serán castigados.Colección de homenaje

“Centenario Arturo Jiménez Borja…” se presentó en Feria del Libro Ricardo Palma.Es editado por el Instituto Riva Agüero y la Municipalidad de Ate, cuyo alcalde es Enrique Dupuy García.

El volumen cuenta con un prólogo de Margarita Guerra Martiniere y textos de Ismael Pinto, Luis Repetto Málaga, Miguel Rubio, Xavier Bellenger, Luis Felipe Villacorta, Javier Luna Elías y del propio Arturo Jiménez Borja.

(**) Dramaturgo y director de Yuyachkani

No hay comentarios: