Cuento de julio Olivera Oré
Legendaria es la fama de Tambamba, escenario ensoñador del paisaje, olímpico parnaso de los bates y templo de cupido en Pallasca. Riñó allí un antecesor del príncipe Apu Pomachaico con el cacique Atun Osco y se quedó con la bella Llullu Urpe, princesa de Marca Huamachuco, hermosura primaveral que en peregrinaje idílico acampara en Tambamba para pasar a Cuyubamba a prestar juramento de amor.
Mucho antes el emperador Huayna Capac cayó en Tambamba cautivo en los brazos de una ñusta del lugar, de este idilio real, nació el inca Apallasca Vilca Yupanqui Tukihuaraca, ahijado de don Francisco Pizarro y padre de Apu Pumachaico; Huayna Capac y Apu Pumachaico, hicieron un edén en Tambamba, las flores más bonitas y exóticas y los nidos de las avecillas más hermosas engalanaron el escenario, y las parejas enamoradas hallaron allí un lugar furtivo para la aventura amorosa, desde entonces Tambamba era el recinto del amor, cuando Gualbina sintió la curiosidad de conocer el paraje era porque le acosaba su radiante juventud.
En Pallasca, una guitarra y un revólver tenían igual o mayor valor que el arte de amar de Ovidio, uno y otro debería tener todo buen pallasquino, y mientras la melodía de las guitarras adulcoraba la campiña los tiros de un revolver hacían caer una estrella, y aquella dulce y tierna doncella fue codiciada por los galanes que merodeaban en los contornos.
Por las noches la casa de Gualbina fuera asediada por las serenatas de varios grupos de mancebos, laudaban endechas de amor, rivalizaban los cantares y las guitarras y concertinas emitían melodías cautivantes, otros grupos escalaban la morada y abriéndose paso con manoplas y bastones alzaban con Gualbina, por entre un cerco de serenatistas a tiros de pistola y golpes de cachiporra
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