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miércoles, 7 de enero de 2009

Cuento I

Nuestro invitado

Carlos Echarri Fernández

-Qué bien que hayas venido

-¿Cómo te encuentras hoy?

-Bien 

Ambas mujeres sonreían desde el mismo instante de verse., desde el momento en que se vieron en el umbral de

 la puerta. Habían intercambiado sus saludos con una sonrisa muy íntima. Una sonrisa que crecía hacia adentro y no hacia fuera. Una sonrisa prendida entre los dientes y las encías. Se abrazaron y hundieron sus rostros en la tela perfumada de cada cuerpo, la tela y el olor que había nacido de sus cuerpos unidos. Y como si quisieran olerlo y recordarlo muy dentro de ellas mismas, permanecieron así, con los ojos cerrados, mucho tiempo. O poco tiempo. Eso depende. Le dio tiempo al reloj a surcar dos o tres minutos o quizá dos o tres horas. 

La visitante, Annistar, parecía querer decir algo. Algo hundido entre sus labios parecía temblar. Y su mirada fija en el suelo. Y su gesto como de resignación. 

La mujer que vivía en la casa, Lishá, la vio. La contempló. Colocó su mano en la mejilla de Annistar. Su mano alrgada de muy finos dedos. Su tacto era suave y al entrar en contacto con el rostro duro de Annistar notó un ligero estremecimiento y un movimiento dentro de Annistar que se contenía y movía en su epidermis. 

-¿Qué es?

-Nada 

Annistar hubiera querido decir “gracias”o “qué bello es estar viva en primavera” o “ojalá hubiera tenido menos años” y no lo dijo porque en ella pesaban muchos años y la primaveras se le habían ido de entre las manos como arena, limpiando el sudor de cadáveres y siempre había dicho “gracias”como una oración al apagarse la lámpara a medianoche y seguir con cada hueso y cada diente de los contados. 

Lishá sabía todo eso y por eso no dijo nada. 

Y como en ella no pesaban los años, sino la sombra hueca de los años que vendrían, giró su cabeza rápidamente. Como si hubiera querido cazar algo, o a alguien escapando. No se había girado, había mirado con su cabeza por encima del hombro. Al hacerlo, su trenza, recogida bajo el velo púrpura, se había removido entre la tela. Y habían sonado las monedas de oro que lo ceñian a su frente. 

-He hecho algún cambio en la casa. Quiero enseñártelos. He puesto una cortina nueva. No creas que he gastado mucho dinero. Pero todo cambia cuando retocas pequeñas cosas. Todo cambia realmente. Es una tela mala, muy gruesa. Pero me gusta el efecto de la luz sobre ese color. También tendré que cambiar las otras. De momento sólo una. Y el sillón. Míralo. Es precioso. Muy barato. Lo encontré en un mercado de cosas usadas. Sirve y es muy bello. 

Annistar sabía que era una tela cara y el sofá era del que ella había visto en un mercado en la ciudad, no era caro, pero tampoco barato y no era de segunda mano. 

Pero como en Annistar pesaban todas aquellas cosas que antes pesaran y muchas más no dijo nada; pero sabía por qué aquellos cambios estaban allí. Y antes, cuando sólo pesaban todas aquellas cosas que tanto pesaban, se habría sentido triste o quizá humillada. Pero ahora pesaba otra cosa. Algo que temblaba y no tenía peso. O al menos el peso del viento o de lo hueco de una boca repleta de luz. Y eso que pesaba pesó cuando Lishá le había puesto la mano sobre el rostro o cuando se había girado precipitada. 

-Enhorabuena, tienes un gusto muy bueno para tu casa. Cuando tengas marido estará en el paraíso contigo. Harás de cada hora de su vida un instante de eternidad. Estará tan bien que cuando tenga que morir no querrá subirse con Dios 

-No me tomaré tanto trabajo por él

-lo harás muy feliz

-cuando me conozca de verdad deseará no haberse casado conmigo

-cualquier hombre que se case contigo será muy feliz

-lo será hasta que cruce ese umbral

-el mismo que yo he cruzado

-ese mismo. No quiero, de verdad te lo digo, que ningún hombre lo haga. Que sea muy feliz afuera.

-¿y si entra?

-saldrá por su propio pie

-tú no lo echarás

- yo no

-entonces es mejor que no entre. Esto me parece un paraíso. Uno pequeño. Alejado de todo. De la ciudad y del río. Pero no es un paraíso para maridos. Ese jardín es pequeño. Uno, dos, tres árboles grandes. El camino bordeado de flores y de jarrones. Las vasijas. Y el banco junto a la pared cubierta de hiedra. Es un paraíso, pero no para maridos

-así es, tú lo has dicho

-ni ancianos, ni niños

-ninguno

-no te gusta ninguno porque eres muy joven

- soy la más vieja y la más joven

-cada vez que sales a la calle te persiguen cientos de jóvenes

-ciento, miles, milones...

-pero siempre se quedan fuera del umbral

-siempre se quedan fuera del umbral. 

Annistar se dirigió a una pequeña claraboya oculta a medias con un trapo por la que entraba la luz. Se acercó despacio, como respetuosa, dando pasos cortos. Con la mano derecha se cubría la cara como si esperase recibir una intensa luz que la deslumbrara. 

-¿Y hoy?

- hoy no ha venido.

-¿suele quedarse fuera muy a menudo?

-no

-¿por qué no habrá venido hoy?

-lo ignoro 

Annistar sonrió dulce. Bajó la mano y se quedó mirando la suelo.Lishá la vio bajo el endeble y polvoroso halo de luz dorado del atardecer y pensó. Supo que era bella y triste. Muy bella y muy triste. Tan bella como triste. 

-Parece como si fuera tu hijo o tu hermano.

-más que eso, al final lo quiero más que eso.

-¿tanto?

-sí, sí, sí 

Algo se le había escapado a Lishá. Algo que ella no deseaba mostrar. Una felicidad muy intensa que había salido de ella como impulsada hacia muy lejos. 

-¿Alguna vez...?

-¿hablarle?

-me lees el pensamiento.

-ultimamente creo que soy capaz de hacer eso y más. No, no habla. Sé cuando viene y se va. Empiezo a iluminarme por dentro.

-¿cómo?

-es una felicidad grande, radiante. Aunque no quiera te obliga a sonreir y a tumbarte y revolverte en la cama o en el suelo, nada se puede hacer.

-me gustaría estar aquí cuando... 

No acabó la frase. Lishá comprendió. Dijo que sí con la cabeza y reía, así como lo hacía cuando llegaba él. Y cuando vio estremecerse a Annistar bajo la luz, alta y distinguida con sus hermosos atuendos y el cuello adornado con un collar no pudo por menos que besarla en el cuello. 

-quieta, no , estate quieta

-¿lo sabes?

-lo sé

-soy feliz

-y yo

-ojalá vieniera ahora

-ojalá

-y si viniera

- nada, haríamos como si no estuviese

-es cierto. Seguiríamos hablando, riendo, te contaría cosas de mis padres muetos, tú de tu marido.. De mi infancia. Haríamos té y seguiríamos diciendo cosas sin sentido, y así, así...

-así moriríamos

-sí

-y él

-él con ella

-¿ella?

-no lo sabías

-no

-él también está con ella 

Lishá le pide a Annistar que se siente. Annistar tomo asiento en el sofá nuevo. Se coloca todas las joyas en su sitio. Lo hace metódicamente. Como algo aprendido y natural. Desde lejos Lishá la ve, la contempla y corre como una chiquilla hacia los brazos de su madre y le da un beso en las mejillas 

-por favor 

Annistar se pone seria y mira al suelo. 

-déjame un rato sola, por favor

-está bien , qué quieres que haga

-estás en tu casa, tu sabrás

-ya lo sé, haré té, te lo serviré, limpiaré la cocina, iré a preparar la cena, te lavaré los pies y te pintaré las uñas, luego... a ver , sí, ya sé, iré al jardín, romperé el banco, ese tan bonito, que tanto te gusta (Annistar ríe), y luego saldré al pueblo y me encontraré con un hombre (Annistar se pone seria), haremos el amor y luego me tiraré al río, moriré ahogada...

-cállate 

Annistar se había puesto de pie. Luego se sienta. Se cubre la cara con las manos. 

-dos días, dos días

-es verdad, sólo dos días

-no los desperdiciemos

-perdóname, perdóname. 

Y por fin, con la boca buscando la boca de Annistar, venció la resistencia de su rostro y ambas...ambas se besaron. 

La mujer del molinero, Amina, llega rendida, se sacude el polvo de los pies en el umbral y casi arrastrándose se deja caer, se desploma sobre un banco acolchado que está bajo una ventana abierta por la que entra una rama de la que pende un albaricoque rodeado de moscas; baten sus alas alrededor del hilo de oro que inflama el sol sobre la superficie rugosa del fruto a punto de pudrirse. La luz la luz del atardecer, es tan suave y tan... hace soñar con cestas de naranjas y un mar espumoso y el pasar lento y dorado del tiempo y cuerpos desnudos como estatuas y pesados como si flotasen en un cuadro. 

Pasa el tiempo y la tarde se hace fresca y se hace noche. Llega su marido, el molinero Svet. Cuando estaba a punto de entrar se ha detenido y ha vuelto a salir por la puerta. Se queda petrificado con el camino que sube la colina a sus espaldas, enmarcado por la puerta. Pone cara de sigilo y de sagacidad con los párpados entornados y girando a un lado y a otro miradas oblicuas. 

Svet entra en la casa, deja todo lo que lleva en el suelo. Se acerca a Amina y le acaricia el cabello sobre la mejilla y le gira el rostro para mirarla en los ojos. Su cara es de dolor y algo de disgusto. Svet se retira. 

-Aun estás enfadada 

Amina no contestó, cerró los ojos y apretó los labios 

-está bien, te dejaré en paz. No cero que sea culpable de algo tan horrible para que... 

Svet la mira. Amina sigue igual. 

Svet se dirige al fondo de la sala. Abre una puerta, que permanece entreabierta. Ya es completamente de noche. Se oye correr el agua. Se oye cómo se rompe un olvió . El agua deja de correr. Amina hunde su rostro cada vez más oscuro en los pliegues de su vestido. Una luna roja se presiente entre las ramas. El viento mece las hojas. Se oyen susurros, suaves, débiles. A lo lejos una música festiva, una boda, Svet regresa. 

-no lo soporto, no lo soporto 

Lleva el torso desnudo y va chorreando agua. 

-qué quieres que haga 

Ella lo mira de arriba abajo. 

Sale de la casa. Los últimos restos del sol se consumen en lo alto de la loma. 

-quizá me vaya, me oyes. Eres capaz por lo menos de oir. Claro que puedes oir a pesar de todo tu orgullo. No volverás a verme. Puedes quedarte ahí callada hasta morir. 

Se sienta y coge puñados de tierra con las manos. Deja que se le escurra entre los dedos. 

Entra con un saco, empieza a sacar cosas. Pulseras, tela, flores de olvió , botellas de perfume. El gesto dolido de su rostro. 

-todo esto lo había traído para ti. Me ha costado mucho, pero creía que estaba empleando bien el dinero. 

Ella sigue sin hablar. 

-no vale la pena. Fui tan estúpido que pensé comprar tu perdón. Soy un ignorante. Quizá no comprendas que yo siento... por...ti 

Ella lo mira con olvió , pero él estaba de espaldas. 

Dio un golpe formidable al olvió de la ventana, se olvió, se fue a su cama. 

A la mañana siguiente ella no estaba. Svet se desesperó. La buscó por todas partes. No regresó al caer el día, ni a la mañana siguiente. Se lanzó a buscarla. Al cabo de una semana no sabía nada de ella. Desesperó. 

Al final del paseo de farolas se llegaba hasta el malecón. El barco que llevaba hasta la otra orilla ya había zarpado, lleno de gente. Svet caminó hasta llegar a un policía. 

-buenas noches, agente, buenas noches..., señor policía, estoy buscando a mi olvi.

El policía pensó que era un loco, un mendigo, se libraría de él. 

-ahora no puedo ocuparme de olvi

-es una olvi de unos treinta, no, más, tiene más, ahora no me acuerdo, cumple los años en primavera, sabe, ha desaparecido, pero no sé por qué, hace una semana, por favor tiene que encontrarla, sino no podré vivir... 

El policía suspiró 

-por favor

- ¿es que no quiere ayudarme?

-váyase ahora mismo 

El policía empezaba a impacientarse, así que decidió tomárselo con humor. Tampoco tenía mucho que hacer aquella noche. A lo lejos se acercaba su compañero. Le hizo un gesto para que se acercase. 

-qué pasa

-nada, es que creo que tenemos que ir a olvi sitio

- a dónde 

y en voz baja le explicó el asunto 

-déjame a mí

- no, mejor vámonos

-espera 

Con una sonrisa repugnante se dirigó a Svet. Poniéndole una mano en el hombro, le miró a los ojos y luego miró a su compañero con una sonrisa horrible 

Svet estaba palpándose la ropa, buscaba en todos los bolsillos de sus harapos. Su cara era realmente horrible, se descomponía por momentos. 

-qué está buscando

-algo, no sé, no me acuerdo

-qué está olvi buscando

-quería enseñarle algo 

olvió a mirar a su compañero y a punto estuvo de saltársele la carcajada. 

-tiene más de treinta añor, tiene el pelo muy brillante, tiene que encontrarla, por favor ayúdeme, tiene que encontrarla, yo no soy muy rico, pero puedo...

-darme las gracias olvió ivamen

-¿se está riendo de mí? ¿por qué no me cree? Estoy sufriendo, ¿no lo ve’ ¿no lo quiere ver? 

El policía puso una cara extraña. Se estaba empezando a hartar de aquel hombre. Se puso de pie, le dio la espalda y se marchó. Svet se quedó solo, caminando como un sonámbulo, con los ojos muy abiertos. 

“no lo puedo entender. Me desprecia. Estoy aniquilado, humillado. No hay seres humanos, nadie comprende mi sufrimiento, nadie me ayuda. Tengo ganas de llorar, tengo remordimientos, nadie ha de decirme que seré perdonado. De repente me siento tan solo como si yo solo fuese un agujero en el mundo. Parece como si hasta ahora hubiese estado olvió iv, me pica la piel, y ahora despierto, quién me dice buenos días, nadie, silencio, silencio, despierto a la muerte. Estoy avergonzado. Quereis comer de mi. Ya no puedo buscar más , buscar por toda la eternidad. Pero si muero no la encontraré. La encontraré y me perdonará. Llorará conmigo y sentiré la dulzura del amor y de las lágrimas. Dormiré contigo, has vuelto, qué bien. No vuelvas a irte jamás. Ponte a este lado, así, así. Yo no sabía que me querías, hasta ese punto, oh, dioses, hasta ese punto. Acércate más. Que pelo tan suave, ya no me acordaba...” 

Y Svet se olvió, soñando en la calle. Con el frío y la lluvia, dormía soñando. 

Y en su sueño, los recuerdos se hacían más persistentes, afilados, olvió ivamen brillantes. 

Un hombre y su hija retiraban las sillas de encima de las mesas. Las puertas estaban cerradas, pero Svet se asomó por una de las ventanas. La muchacha se asustó, quiso chillar, pero se contuvo. Se acercó a su padre. 

-papá 

Su cara de miedo no se apartaba del extaño hombre de la ventana. 

-qué pasa

-haz algo

-cómo dices 

El padre miró a su hija y , olvió iv la dirección de la mirada de ésta, vio a aquel hombre olvió del olvió de la puerta. 

-quién es , hable , quién es

-papá, haz algo

-¿está cerrada la puerta?

-sí, sí, está cerrada.

-ya se va, no te preocupes, ya se ha ido.

-has visto su cara, qué horror, no parecía un hombre. 

La niña se cubrió el rostro con las manos y empezó a llorar 

-parecía un animal, hija,

-aunque me daba pena, no puedo dejar de temblar de miedo, no puedo.¿Viste cómo miraba?

-sí 

olvió ivamente la hija buscó la mano del padre con la suya, que su padre estrechó olvió ivam. 

Al día siguiente Svet se encontró tiritando en el suelo y el viento barría la lluvia sobre su rostro. Casi no podía abrir los ojos y tenía los labios empapados. Entre las ráfagas de viento y lluvia se apareció una niña con vestidos blancos muy amplios y ondeando al viento y a la lluvia. Rubia y de piel muy blanca. Caminaba como deslizándose, sin hacer olvió ruido. Cuando se acercó a Svet, su rostró pareció agrandarse. Todo desaparece y casi tocándose sus caras, el bello, el bellísimo rostro se le quedó mirando, sin parpadear. La nariz afilada y turbadora, las facciones rectas, un aspecto de dureza, de olvió, de estatua. Pero también parecía el rostro inmutable de un gato. Sus ojos podían hablar más que el canto de sirenas aterradoras. Todo en ella miraba y observaba con olvió iv. De pronto una estrella fúlgida y álgida, como hielo, como ónice brillante empezó a abultarse en su frente, creciendo olvió iva, con un sonido parecido al que hacen los cuerpos cuando chocan. 

Por fin Svet se despertó y a su lado había una niña. No era como la que había visto en su sueño. Le dolía la cabeza, tenía frío, hambre y estaba desesperado. Se irguió sobre los codos. Su mirada dolorida se fijó en el mar. Entre las sombras grises de las olas, casi negras, un sol helado tamizaba de penumbra alguna cresta del mar ondulado en su olvió iv. La brisa era suave, el día desapacible. 

-estoy perdido 

La niña permanecía sentada en el borde del muelle, sobre el mar. Svet estaba un poco más atrás. Al oirlo hablar, la niña se dio la vuelta y lo miró. Svet seguía mirando el mar. 

-estoy muerto 

La niña se giró otra vez y miró al mar. 

-eres un cobarde. 

Svet no lo oyó. Ahora estaba ensimismado, contemplando su cuerpo semidesnudo. 

-no, no, no (había empezado a gritar) 

Se desplomó exangüe. Movía la cabeza sobre el suelo mojado. La niña se levantó de un salto y se acercó a Svet, le dio una patada. 

-levántate miserable, me das asco.

-quien, quién está ahí, se lo suplico déjeme, sólo quiero morir

-qué has dicho

-que me deje. Estoy muerto, no se puede.. a algo que no existe no se le hace daño, ya no siente.

-idiota, estúpido, repugnante...

-cuánta ira (Svet sonríe) sólo te haces daño a ti misma 

La niña se acercó a su cabeza. Se arrodilló. Acariciaba el cabello de Svet. Éste la miraba y sonreía un poco. Su rostro repugnante y macilento. Tenía un ojo cerrado, el otro brillaba como el de una bestia. Y su sonrisa era repelente. 

-preciosa niña 

La niña se irguió y le dio una patada en la nariz.. Svet se llevó las manos a la cara. Se giró, se recostó del otro lado. Ahora lo cubría la oscuridad leve de una nube que gravitaba espesa sobre él. Ya no tenía el aspecto de una bestia repugnante. Ahora parecía poseer una olvió i herida, caída, una olvió ivam abatida. Svet cerró los ojos. 

-jamás volveré a llorar. 

Junto a su cabeza la niña se dedicaba a arrancarle mechones de pelo. Pero él no se movía, no gritaba, no hacía nada. La niña comenzó a gritar y a saltar junto al cuerpo de Svet. Parecía loca de alegría. Chillando y ahogándose al chillar como una niña. Entre los dedos de las manos que le cubrían la cara Svet podía verla. Sintió rabia. Se sentía como un animal. La niña parecía un ser olvió iva y articulado. Pero no pudo evitar admirar la suavidad cremosa de su hombro. 

-hay un terrible secreto en el fondo de cada cosa 

Cerró los ojos y cuando los abrió encontró junto a sí, tumbada junto a él a una muchacha de unos diecisiete años. Su rostro era tan bello y delicado que daban ganas de acariciarla hasta morirse. Con su mirada penetrante dijo: 

-yo 

A Svet el estómago le ardió con fuego. Temblaba. No podía pensar en nada. Tenía miedo, pero todo era olvi ahora, como la luz que había barrido el muelle y el mar tras el cuerpo gigantesco de la muchacha. Todo era olvi, tan sencillo. Cerrando los ojos, dijo como soñando. 

-quiero respirar, deleitarme con el agua cálida que brota de la espalda, puedes darme lo que he perdido, fantasma arrobador, darme lo que no soy, yo cobarde hambriento, dámelo o mátame. 

-tomarás un barco

-tomaré un barco, sigue, sigue, por favor.

-tomarás un barco y te reunirás conmigo. 

Aquella olvi habló muriendo en una luz cálida y temblorosa, sus labios casi rozando los de Svet. 

Se despierta abrasado por el sol y, recortada en el horizonte la silueta aterradora, un gigantesco barco borbotaba por sus chimeneas, moviéndose como un olvi cansado y dolorido. La bocina aún estremecía sus oídos, mientras el barco se deslizaba sereno sobre el agua quieta, como un fantasma de niebla. 

La ventana estaba iluminada y el olvió parecía deshacerse en fibras de oro. Afuera el aire estaba quieto, transparente, diáfano, parecían al alcance de la mano lejanías nítidas. Encuadrado en la ventana un tronco de metal del que se proyectaban nudos retorcidos y polvorientos y las hojas como medallas de esmalte. A lo lejos se perdían nebulosas verdes, asediadas por el murmullo intranquilo del río. El sol vibraba sobre el suelo y sobre los ojos de Annistar y Lishá. Con el suave balanceo de la luz sobre los párpados ambas se despertaron al mismo tiempo y recién revividas se miran con afecto y se hablan desde el interior de la pupila hasta el interior de la pupila. Lishá olvió ivamen se acusta sobre su lado izquierdo. Al levantarse sobre el codo la sábana se desliza y deja al descubierto su cadera. Una curva infinita empapada de mañana. Annista la contempla, con la mano izquierda sobre su cuello y la sábana por debajo de los pechos maduros. Lishá sonríe con el cabello derramado sobre el hombro y el brazo acodado sobre el colchón caliente. Despacio acerca su otra mano al seno izquierdo de Annistar y lo toca con las yemas. El contacto irradia una sonrisa en ambas al mismo tiempo. Y comparten más cosas en sus silencios: ruido, griterio prohibido y perpetuado en la voz cotidiana. Sonriendo con una coquetería olvió i y turbadora Lishá acerca su rostro al de Annistar: 

-al final te has roto para siempre

-ya no seré la misma 

Anistar se resiente de los silencios cósmicos empeñados en labrar su imagen y una nube pegajosa le cubre el rostro y su sonrisa se hiela en raíces oscuras. Suspira y mira al techo. 

-esta pereza, mi cuerpo tan suave y relajado. Mira cómo corre el tiempo allí fuera

-qué tontería 

Lishá le tapa el rostro con la mano y al retirarla Annistar tiene los ojos cerrados. Traga saliva pronunciadamente. Entorna los labios. Lishá se yergue sobre la cama y se queda sentada. Al levantar la cabeza y estirar el cuello la masa de sus cabellos se derrama por su espalda. La luz perfila las olvió ivame de sus costados y de sus caderas a medio cubrir por la sábana tan blanca. Se queda perdida mirando el fuego del sol en una gran hoja de acacia llena de gruesas gotas. Desde su espalda acude una voz lúgubre, fría, distante, tanto que parece romper el ensalmo de la belleza petrificada, infinita que entra por la ventana abierta. 

-qué vas a hacer mañana, Lishá

-¿Lishá?, Lishá, por qué me llamas así

-es tu nombre

-no mi nombre es Lishá ( los sonidos del nombre forman volutas de olvió, cartón y madreperlas con resonancias de nácar y uñas y humo azulado con olor a mango fresco y salvaje cuando pronuncia su propio nombre) 

Lishá se tapa la risa con la mano. Annistar la mira perpleja y asombrada. 

-Lishá, Lishá, busca un trabajo en la ciudad

-por qué (el tono tan olvió ivame firme de Annistar es tan extraño)

-busca un trabajo cualquiera, me oyes. Por favor, esta vez entiende bien lo que te digo. Vete a la ciudad. Vende esta casa. Allí encontrarás cualquier cosa. Si quieres yo puedo ayudarte, conseguirte cualquier cosa. Conozco a gente. O búscalo, búscalo tú misma. Me da igual, entiendes. Llevarás un uniforme, te cansarás, te fatigarás, rendida de sueño. Vestirás como todo el mundo, te dolerá el cuerpo, te harás criada, obrera... se te estropearan las manos, comerás y darás de comer, te harás útil, aprenderás... jamás volverás a verme. 

Lishá había escuhado desde el baño, mientras Annistar se había estado vistiendo. Recién salida, Lishá brillaba rosada, cálida, húmeda. Llevaba puestos unos olvió iva muy ajustados. Con la pierna sobre una silla apoyó la mano en la rodilla. Annistar estaba muy seria, de pie, vestida y enjoyada, parecía una estatua, un ídolo mirando al suelo. Lishá iba desnuda desde la cintura hasta la cabeza. Sus dos senos redondeados y suaves como dos naranjas porosas. Los cabellos sueltos ahora se le amoldaban a la espalda y caían sobre sus ojos, también. Annistar respiraba olvió ivamen y apretaba los labios. 

-podrías cubrirte al menos...

-qué te pasa (la voz de lishá dolía con escamas de sangre)

-quieta, ni se te ocurra acercarte 

Lishá setía ganas de llorar 

-que te ha pasado..., cómo has cambiado (pero Annistar no la dejó acabar)

-qué cambio ( dijo tensando el cuello y afilando la voz) 

Qué es lo que estaba contemplando ahora Lishá. Notaba toda la fisicidad de su cuerpo y el hueco dejado al separarse de ella Annistar. Como si le hubiesen quitado al alejarse una mitad de su cuerpo. Dudar así le hizo adquirir un aspecto muy contradictorio en el que las líneas tensadas de la luz a veces hormigueaban con gotas gélidas, al mismo tiempo era miserable, estaba atormentada. Parecía una niña a la que por primera vez se la traicionase y comprendiese la olvió i del mundo. Pero sus ojos entornados y su boca, sus labios húmedos, su cuerpo, todo, todo era un tormento... 

-no sé qué te pasa, no te entiendo, sé qué no soy muy inteligente... 

Y por fin su rostro se abrió en lágrimas, encendido entre sus manos. 

Annistar miraba al suelo y meneaba la cabeza mientras hacía girar su pie sobre la punta del zapato. 

-lo siento 

Se acercó a Lishá, mirando siempre al suelo. Luego la miró olvió ivamen. Los labios apretados. Lishá estalló en un llanto inconsolable. Se dejaba caer sin fuerza y de no haberla sostenido Annistar se habría caído al suelo. Le pesaba la cabeza, buscaba refugio en el pecho de Annistar. Ésta la acariciaba, metía sus dedos por entre los cabellos de aquella cabeza miserable. 

-pobre criatura

-qué es lo que quieres decirme

-que no volveré. Espero que no me odies. Eso no podría aguantarlo. Huye de mí, incluso de mi recuerdo. Huye hasta que pierdas el conocimiento. Jamás te vuelvas mientras corres. Cuando el peso de mis labios desaparezca de los tuyos ya no estaré contigo.

-tú...

-calla, no digas nada. Soy la olvi más depravada del mundo, la más estúpida, y la más triste.

-pero...

-ahora, cuando me despertaba, he empezado a recordar. La luna, tan cerca, tan cerca que se podían ver todas las manchas de su rostro. Nunca la había visto así. He estado toda la noche despierta, viendo cómo se movía a lo largo del cielo. Qué dolor sentía entonces, como el de una pena que se funde de repente en felicidad y desaparece y ya no queda nada y te entran ganas de llorar y sientes nostalgia de sufrir... Luego me acordaba de lo que hemos hecho esta noche, toda tan cálida, los espasmos, tus sonrisas...Temblaba dentro de mí... he sido feliz, tan feliz que he sentido remordimientos... justo cuando el sol entraba por ahí he visto mi casa, ya no la odiaba, sé que es allí donde tengo que estar... 

-tú no quieres a tu marido

-no 

Annistar se separó de Lishá, que se la quedo mirando, ya sin llorar. 

-verás, yo no lo amo. Pero sé que tengo que ir allí. La casa de la que debo cuidar, mi marido, mis hijos...Antes todo eso me pesaba muchísimo. Ahora sé que mi lugar está allí. Debo estar allí aunque me muera de la pena. 

-sigo sin entender nada, no puedo comprenderlo por más que lo intente, quizá me dejes porque te desagrado, porque te hallas cansado de mí.

-nada de eso.

-me parecen todo excusas, has estado tan violenta- se acercó a Annistar y se arrodilló junto a ella, la abraza fuerte; -sé lo que me gusta, me gusta verte, mirarte es un placer, quizá tampoco puedas entender que con que tú estés aquí, que aunque etés a mis espaldas, dándome la vuelta, es como un cielo...

-eres tan niña, con el tiempo comprenderás otras cosas, que hay más cosas que...

-entonces tú no me quieres

-tú tampoco, no ves que es imposible

-cómo puedes saberlo

-no te engañes, estás ciega, yo tengo que ver por las dos..., cuando puedas ver verás con vergüenza todo lo que hemos hecho. Yo sé que no amo a mi marido, él tampoco me ama a mí, no tengo ilusiones, mis hijos lo adoran y me ven como a una intrusa...pero volveré...aun sabiendo que si me quedase aquí sería, quizá sí o quizá no feliz, he de volever, he de volver, y estar contigo puede ser una excusa o quizá una razón para odiarlos más o para amarlos más...además no estoy acostumbrada a tantas cosas buenas, tengo que volver a las cosas viejas, tan dolorosas. Soy tan olvió que la felicidad, tanta podría romperme.

-no,no...

-adiós

-¿hasta nunca?

-hasta nunca 

Todo el día olvió iva postrada sin comer ni salir de la casa. Apenas se dio cuenta de que anochecía. Pasó un olvió y la gente se enfureció al ver que aquella olvi se atrevía a mirar sin cubrirse el rostro ni esconderse de la vista del séquito. De hecho ni siquiera los había visto. Le habrían podido cortar un brazo y no gritar.

Cuando iba acostarse se acercó a la escalera y miró hacia arriba. Vio la pequeña ventana en el rellano, oscureciéndose. “Tampoco ha venido hoy. No vendrá nunca”. Tenía ganas de llorar. olvió ivamen. Un absoluto de dolor que asolaba la realidad giratoria, danzante, un punto fijo.

Sólo pensaba, pensaba, detenida con el tiempo en su cama, desnuda y sudorosa.

“Es falso que haya un dios en el piso de arriba, es falso que viva con su esposa haciendo el amor, que vayan y vengan por los aires y que estén esperando un niño. Annistar lo sabía. Y ahora lo sé yo.” Su mirada habría hecho estremecerse a cualquiera. “Es todo falso, como aquella estúpido historia que me contaron, la de aquel hombre loco que decía que había perdido a su olvi, que había escapado, cuando en realidad había estado todo el tiempo junto a él; decía que lo odiaba, que no contestaba a sus desesperación, pero era él quien estaba loco, tan loco que se arrojó al mar, se suicidó y decía que un barco lo estaba esperando, que se lo habían prometido, qué olvió iv” 

Una risa loca se desmembró de su cara, como si los huesos se le rompieran y dejaran huir una voz de metal y flores de escarcha, oía , veía, la luz nacía de la punta de sus dedos y un batir de alas que sentía tan olvió iva como una ola gigantesca de mercurio solidificado, vibrando dentro de su cabeza. Sentía el contacto viscoso de un cuerpo gigantesco junto a ella y veía su cabeza aparte de ella misma, reproducida varias veces y riéndose de ella. Toda la casa quedó inundada de agua espesa como aceite y alguien se paseaba por el piso de arriba, voces amorosas y delicadas, murmullos y sisar de miembros amputados e implantados de un cuerpo a otro con el vibrar de las abejas. Rostros repercutiéndose infinitos en la distancia y en el tiempo y caricias leonadas y reverberantes como tubos. 

A la mañana siguiente una Annistar ebria habría la puerta de la casa de Lishá dispuesta a entregarse a ella, había abandonado olvió ivamente a su familia. 

Una envejecida Annistar, desnuda, lloró por la miseria de su tristeza sobre el cuerpo muerto de Lishá. Alguien la vio arrastrarla sin misericordia, cogida de un pie, hasta el río, donde arrojó su cuerpo, llevado por el agua hasta... 

Y a pesar de querer morir no se mató y olvió junto a su marido que la recibió feroz, mientras con la cabeza agachada pasaba junto a él. Se relamía los labios con una lengua gruesa y pegajosa, mientras sus ojos se reían con desprecio de su cuerpo viejo y desnudo.

Fuente: Estandarte.com

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