Por: Jose Antonio Salazar Mejía
Desde que el hombre es hombre, ya existía la idea del más allá, por lo
que se veneraba a los ancestros. En nuestro país, donde la presencia humana es
reciente, tanto en Guitarrero, Lauricocha, como en Toquepala, se han encontrado
entierros con una antigüedad de 12 a 10 mil años a.C.
No olvidemos que oficialmente, los restos del peruano más antiguo son una
quijada y una clavícula pertenecientes a una mujer que fue enterrada en la
cueva de Guitarrero, aquí nomás, en Shupluy, frente a Mancos, rodeada por un
círculo de ceniza; su antigüedad se calcula, según el arqueólogo Thomas Lynch,
en unos 12,800 años.
Con el correr de los siglos, cuando el hombre andino comienza a vivir en
villorios, o en complejos más elaborados, como Sechín Bajo o Caral, hace unos 3
mil años a.C., la costumbre de rendir culto a los muertos se halla ya muy
sofisticada.
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MÁSCARA FUNERARIA |
MOMIA DE CHINCHORRO CON
MÁSCARA FUNERARIA
En la costa peruana, se realizaban los entierros cubriendo a los
cadáveres con esteras o juncos. Un pueblo del sur del Perú, en Chinchorro,
Arica; se especializó por esa época en momificar a sus muertos.
Se considera que cuando surge Chavín, 1,500 años a.C. ya se había
generalizado la costumbre andina de enterrar a los difuntos en posición fetal y
que se establece la norma de elaborar
fardos funerarios con múltiples capas de tejidos, sentando al difunto en
una canastilla en posición fetal y rodeándole de ofrendas y objetos para su
utilización en el más allá.
Al pasar el tiempo, los Mochicas, los Recuay y otras culturas que
existieron en el período comprendido entre los años 200 al 700 d.C. emplearon
tumbas subterráneas. En el caso de los Recuay, nuestros directos antepasados,
se estableció la costumbre de representar en piedra a los difuntos jefes y
principales para de este modo perennizar su recuerdo eternamente; una vez hecho
piedra, se divinizaba a la persona. Es por ello que tenemos tantos monolitos
que representan a curacas, sinchis o mamaconas, ataviados primorosamente; los
podemos apreciar en la Av. Luzuriaga, en réplicas muy hermosas elaboradas por
ese gran artista andino que es José Torres Ocaña.
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CURACAS Y GUERREROS |
CURACAS Y GUERREROS
RECUAY INMORTALIZADOS EN PIEDRA
La tumba de Jancu es el mejor ejemplo de un entierro Recuay. Bajo una
gran piedra se oculta una escalera que conduce a una gran recámara dividida en
siete cubículos, cada uno conteniendo el fardo funerario. Esa cámara mortuoria
habría pertenecido a un señor principal Recuay y a su familia, pues entre las ofrendas
se halló en una tumba, un plumaje de oro que indicaba la realeza del personaje
que lo portaba. En Cátac, donde se halló el mayor cementerio Recuay, los
entierros también eran subterráneos.
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GUITARRERO |
EL OCRE EN GUITARRERO
INDICA QUE FUE CEMENTERIO RECUAY
Cuando alguien moría, se le embalsamaba y el lugar de su entierro, la
cueva o el subterráneo destinado, se pintaba de ocre. El ocre era el color de
luto entre nuestros antepados los Recuay. Es por ello que la cueva de
Guitarrero tiene los exteriores pintados de ocre intenso, porque entre sus
últimos ocupantes, estaban los Recuay que utilizaron la cueva como mausoleo.
Fuera de nuestra región, el caso del Señor de Sipán es ilustrativo.
Elaboraban una pirámide ceremonial en cuya base se ubicaba al difunto, rodeado
de guardianes mutilados, sus concubinas principales, animales mágicos (llamas y
perros) y multitud de ceramios ceremoniales. Recién en la época Wari (900 d.C.)
se generaliza el uso de los mausoleos o chullpas. Esta costumbre la adquirieron
de los Tiahuanacu. En el norte del Perú, en Ancash, a donde llegó la influencia
Wari, se conocen chullpas en las zonas de Honkopampa, Willcahuain y Waullak.
Willkawaín, fecha su existencia hacia el año 900 d.C. Y su construcción
de tres plantas no es sino un grandioso mausoleo elaborado para cobijar a la
familia gobernante de aquel lugar. Ichik Willkawaín es un conjunto habitacional
que ocuparon los familiares de los difuntos a quienes cuidaban con mucho
esmero.
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WILLKAWAÍN |
WILLKAWAÍN ES UN
MAUSOLEO FAMILIAR
A las momias de los principales curacas, de los sinchis que destacaron en
la guerra, se les veneraba y se les llamaba “mallquis”. Los mallquis se
guardaban en cuevas de donde las sacaban en procesión en fechas especiales.
Esta costumbre, trasciende los tiempos, y se materializa en las actuales
procesiones católicas, los campesinos tienen especial predilección por este
tipo de ceremonias por ser una práctica atávica.
La costumbre de dar de comer y beber a los difuntos en determinada fecha
del año, el 2 de noviembre, es una reminiscencia de las prácticas ancestrales
de nuestra cultura, que considera que una vez al año, el qamaquen, el aliento
vital, ánimo o alma, volvía a nuestro mundo y debía alimentársele para que
continúe su camino por el Hatun Aya Mayu, el gran río de la muerte, hoy
conocido como la Vía Láctea.
Quienes aún piensan que los españoles trajeron los perros, deben saber
que en el Ande peruano existían hasta cinco variedades de "allqo", y
que entre sus funciones, la principal era acompañar al alma del difunto en su
camino al más allá, hasta la chacrita llena de sabrosas papitas negras, que era
el equivalente del paraíso para nuestros ancestros.
Que no nos extrañe por ello ver el nuestro cementerio de Pilataraq o en
los cementerios campesinos este próximo 2 de noviembre, a la gente humilde
llevando comida ese día y adornando con muchísimas flores las tumbas de sus
antepasados.
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"WAWAS" |
PREPARAR LAS
"WAWAS" ES OTRA TRADICIÓN DEL DÍA DE LOS DIFUNTOS
La fiesta de los Difuntos, es para nosotros, los habitantes del Ande,
muestra de la gran y profunda religiosidad de nuestra cultura. Sabemos que la
vida no se acaba en este mundo, se transforma y nuestro alma va al más allá.
Así como honramos a los que nos antecedieron, esperamos que también los que
vienen, se acuerden de nosotros.