Por: Mag. René A. Obeso Gutiérrez
También este ramillete de narraciones nos hereda muchas cosas, por ejemplo: brillantes enseñanzas, reflexiones, comparaciones de vivencias pasadas con las actuales, me refiero al talento del tinterillo que defendió con dos palabras a Martín Cajahuaringa; en cambio en nuestro medio, actualmente contamos con muchos abogados penalistas de profesión, porque cuando tienen que defender a sus litigantes lo único que hacen es “dar pena”; la participación del tinterillo me trae a la memoria este adagio: “bajo una mala capa, hay un buen torero”.
Prosiguiendo la lectura es inevitable que fluyan los recuerdos y añoranzas de momentos vividos, en donde los sentimientos del lector se polarizan, se entremezclan las alegrías con la nostalgia es lo que despierta el cuento “La tumba mayor”: Recuerdo, en otra hora, Yungay una ciudad bella pujante y que fuera enterrada por el alud del 70…!Ayyyyy!, mejor no más comentarios para no manchar el papel; así como en este cuento el Profesor Olimpio Cotillo, utiliza una retórica en la que aflora sentimientos que van más allá del periodista, él deja traslucir el sentimiento de un ser humano, leal a sus raíces que no pueden quedar en el olvido y de esta manera enriquece y da color a su narrativa con un lenguaje propio al que se suma un sin número de figuras literarias como son las repetidas metáforas e hipérbolas, como en los “Santos oleos”…”engullendo los pasos…haciendo camino al andar”, esto es motivo de admiración en el sentido que aún cuando ha transcurrido el tiempo su corazón y mente parece que viven ligados al mundo de sus antepasados; eh, allí el valor y la importancia que merece “El cofre de cuentos andinos”.
Porque entretiene al lector haciendo vivir y revivir a cada personaje, como el sol que da vida a las plantas, demostrando así que estos cuentos han sido seleccionados desde el ceno de su alma, de donde nacen, retoñan, crecen y florecen los más puros sentimientos que calan en la vida real, sintetizándose en el más exquisito perfume que se puede considerar como un texto humano del que también se aspira un aire romántico como en “La Rosa negra”, construido con una lluvia de términos llenos de inspiración y pureza cuya dedicación marca con su pluma, paso a paso el más codiciado protocolo, en el que hace caminar sus narraciones como algo planificado, programado y en su ejecución es como si partiera de un punto hacia el infinito, dejando en su trayecto una estela de palabras juguetonas con un nivel cautivador a sus lectores; en cuyo contexto es como si dejara su propio ser, su imagen impregnada en cada página, y así da la impresión que está personalmente contando a un público de carne y hueso para fortalecer el espíritu de los ancashinos y de todos los que tenemos el honor y la suerte de leer esta gran obra hecho con pedazos de historia de tiempos “Idos y no volvidos”. ¡Qué sentido del humor y habilidad mental para narrar y adornar sarcásticamente cada cuento! “…me tienes pero de nada te vale…! (Bolero de los Panchos), ¡…no le miren con desprecio, mirenlo con compasión…”!...Esto es lo que se llama TIRO AL BULL.
El cofre de cuentos andinos, aun cuando significa el producto de una investigación minuciosa, para traer a la mente ese bagaje de recuerdos y vivencias propias talvez ¿del autor?, con sus propias costumbres como el caso de Julián que comparte la manzana con el visitante, constituye la esencia y semilla de su creatividad y talento que deja para las futuras generaciones. Por eso leer El cofre de cuentos andinos es una forma de caminar con vehemencia e interés tratando de descubrir o encontrar un tesoro, porque es así en cada párrafo se saborea vivencias de personajes que el escritor lo presenta como si los resucitara desde el ceno mismo de la tierra para ir hilvanando con singular agudeza y construir una lírica discursiva con una vivencia amena como si invitara al reconocimiento de un pasado arcano para algunos hasta hoy desconocidos, y así nos conduce a un mundo de meditación que al ingresar a él (Cofre de cuentos andinos), se siente, se percibe, se palpa las esferas más elevadas de un esquema bañado de brillante imaginación, con ello el Periodista y Escritor Félix Olimpio Cotillo Caballero, ha logrado plasmar su sapiencia en este trabajo intelectual rico, nutriente, bálsamo del alma cuya recolección de temas andinos esparcidos y dibujados en el papel, se convierte en el testimonio más preciado para las sucesivas generaciones, contribuyendo de esta manera a la continuidad de la historia de nuestra cultura autóctona andina del departamento de Ancash.
La lectura de El cofre de cuentos andinos, tiene la virtud y espíritu contagiante de estimular la conversación e invita a opinar también como ciudadano, acerca de las autoridades corruptas de todos los tiempos, provocando la incógnita ¿Actualmente?, ¿Cuántos Llicas estarán bajo la sombra gélidas de las cárceles del Perú? Y ¿Cuántos Gerash en libertad?, entonces recorre un sentimiento de furia, para decir en palabras: este tipo de autoridades deberían leer esta obra, sobre todo el cuento “El resucitado”, a ver si les remuerde la conciencia y devuelven en acto público todo “el aceite” recibido de tanta gente inocente ¡No! Lamentablemente es un sueño, es mucho pedir.
Todo lo antedicho es tan poco para seguir comentando como se deslizan los versos del papel con dirección a la mente y corazón de los lectores, como el sembrador abre el surco con su arado para confiar la semilla a la madre tierra; de igual manera, El cofre de cuentos andinos, florecerá en el corazón de sus lectores dando origen a muchos frutos y de esta manera el nombre del Gran Periodista y excelente Escritor, Olimpio Cotillo, vivirá eternamente, a través de su pluma mágica.
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