“Réquiem habanero por Fidel”. Crónica de un futuro anunciado
El prolífico, critico y polémico escritor canario Armas Marcelo, prometió a Cabrera Infante corriendo el año 2000 no volver más a Cuba hasta la subida a la Gloria o el Infierno, no de Dante, de Fidel Castro que de seguro puede ser admitido en el purgatorio: “Como la alondra que al volar se espacia / cantando, y luego calle deleitada / por la última dulzura que la sacia, / así voy yo a la imagen estampada” Y cumpliendo promesa Armas Marcelo se mantiene en la prometido, lo que no quiere decir que no escriba sobre tan discutida y renombrada isla del universo por sus circunstancias. Asunto literario y político que puede ejercer, pues, conocer la patria de Lezama Lima bien que la conoce por lo mucho que la ha visitado, escrito y muestra de suficiente garantía.Más de medio siglo nos distancia de aquel 1 enero de 1959 cuando Fidel derroca al bestial dictador Fulgencio Batista, Una ola revolucionaria de cambio bajó de sierra Maestra a la Habana y toda la isla envuelta en el clamor de una revolución se extendió por la amplia geografía parlante del español de Cervantes. Y fueron creciendo las ilusiones, las esperanzas, no siendo pocos los países que soñaban tener un Fidel, entre ellos incluida la España antidevota de Frascuelo, Aguirre. Pepote Borbolla y la Virgen María, familia variopimts siempre dispuesta a helarnos el corazón. Y por justicia y admiración no olvidemos los cronopios y famas de Cortazar, la pasión de García Márquez y su hermanamiento con el Comandante, ruptura de Vargas Llosa – cada día más liberal a lo Aznar-, Cabrera Infante con el puñal de la nostalgia cubana clavado en el costado como tantos otros. En fin el mar” como cantó el poeta cubano Nicolás Guillén: “Cuando me veo y toco,yo, Juan sin Nada / no más ayer, / y hoy Juan con Todo...Y ahora con Réquiem habanero por Fidel (Alfaguara), cierra su trilogía teniendo la historia como protagonista principal a un coronel retirado de la Seguridad del Estado jubilado, en estado desasosiego acude a su memoria para hacer un recuento ante la muerte anunciada del comandante Fidel, tras todos los años transcurridos. En narrador nos augura un cercano futuro cantado por que "Cuando muera Fidel, Cuba será una democracia liberal, creo que hay un pacto con EEUU para que así sea", criterio que, salvo a los de fe de carbonero, que todavía quedan con su reloj parado, basta repasar el capítulo de desencantos por parte de la izquierda para a media voz o con afirmaciones interiores, conociendo las consecuencias tras la caída del Muro de Berlín nadie puede sentirse sorprendido. Y lo afirmo con más tristeza que a alegría. A las uvas de la ira y la razón de un mundo más justo e igualitario se le fue el zumo hasta convertirse en el vinagre que ahora tragamos. Se nos fueron por sumo de una euforia anticipada de la victoria “Patria o muerte” Nos han ganando la batalla, aunque no aceptemos la derrota.Este es mi criterio sobre la intención que plasma en la obra Réquiem habanero por Fidel el autor armas Marcelo. La novela, entre la ficción de una muerte anunciada y la realidad matemática de tiempo y naturaleza, no es un panfleto cargado de ira y sorna, aunque sorna muestra por no ser para menos. La considero crónica cercana con la que se repasa el tiempo vivido de la Revolución hasta su final en una “pura arqueología” como tan acertadamente la definió Vázquez Montalbán en su visita a la isla con la misión de escribir un libro por encargo. Un Vázquez Montalbán real a quien este coronel retirado de la narración le sirve de guía y acompañante, taxista de lujo con su Mercedes donado por Raúl Castro como medio para sobrevivir en su retiro forzado.Mas el desfile de personajes es una continua sucesión, todo un desfile, donde sobresale el poeta Padilla. Un mediocre poeta enaltecido por la Revolución, mientras el inmenso Lezama Lima era ocultado por la cultura revolucionaria del régimen. Un Padilla cansado del castrismo cerril que optó por pasarse a la acera de enfrente, lo que tantos enfrentamientos históricos provocaría en toda la geografía de habla hispana, algo menos en la anglosajona, pero sí acalorados enfrentamientos entre círculos exquisito de los escritores del Boom latino, porque “El caso Padilla hizo que los intelectuales que en todo el mundo aún simpatizaban con el régimen de Fidel Castro, se quitaran la venda de los ojos, empezando por Vargas Llosa. Otros no lo hicieron hasta lo de Ochoa, como García Márquez”. La familia del Bonn literario latinoamericano del “siempre quedará París” de aquellos años. Y puede que este poeta mediano, si se es benévolo, héroe entre dos bandos enfrentados ocupe demasiado espacio en la novela, auque por otra parte le sirve al autor para ofrecer variadas aptitudes y comportamientos, entre ellos las poco deseables cárceles castristas y la carencia siquiera de una mínima humanidad. Posiblemente con certeza se puede aceptar que “La Revolución acabó en julio del 89, cuando ejecutaron a Ochoa y De La Guardia. Saturno devoró a sus hijos”.J.J. Armas Marcelo convertido en el narrador coronel jubilado Walter Cepeda, valiéndose de ser un gran conocedor y amante de Cuba nos muestra una novela nada aburrida, inquietante, por los saltos de secuencias bien administradas, provocadoras de polémicas en algún caso, pero en mayoría aceptable. Historias críticas no carentes de ironía e inteligencia, donde nada se escatima mostrar su admiración por la isla y su gente, mostrando un pronóstico de lo que puede suceder tras la muerte real de Fidel Castro. Aunque no tengo nada de creyente me permito usar la conocida frase de “Que dios los coja confesados” pero el sectarismo y la falta de visión de futuro han sido y serán los culpables al obstinarse en ignorar que las nuevas generaciones poseen una cultura popular totalmente distanciada de una ideología marxista mal digerida que se ha convertido en pura arqueología.Francisco Vélez NietoAutor: Francisco Vélez Nieto
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