A los 82 años, el reconocido cineasta nacional le anunció a la revista del diario El Comercio su retiro definitivo del cine. El director de “La Muralla Verde” falleció hoy a los 87 años
elcomercio.pe Martes 10 de agosto de 2010
Por Óscar García.
Iconoclasta, corrosivo, siempre lúcido, a sus 82 años, Armando Robles Godoy acaba de anunciar su retiro definitivo del cine. Y mientras se organizan retrospectivas de su filmografía, su filme “La muralla verde” (1970), ha sido elegido por la revista Godard! como la mejor película peruana de todos los tiempos. Ocasión perfecta para conversar con él. ¿Por qué no se ha estrenado Imposible Amor, su última película? [NdR: El filme solo fue proyectado en el VII Encuentro Latinoamericano de Cine, 2003]
Porque no hay una dimensión cinematográfica en el país y estamos sometidos al monopolio. Argentina o Brasil tienen una ley de protección del cine nacional contra este monopolio de facto. Porca Vida, una película de Juan Carlos Torrico, ex alumno mío, estuvo en cartelera solo un día, y fue un día en el que la selección peruana jugaba contra no sé quién. Eso no lo hacen ni con la peor basura de Hollywood, al contrario, tratan de mantenerla el mayor tiempo posible. Eso se arregla con una legislación.
Se habló de un problema con Conacine: el premio que ganó era para hacer una película en celuloide, pero usted prefirió hacer la primera película digital.
No pues, es como si me castigaran por empeñarme en ir en auto, en lugar de ir a caballo. La tecnología del negativo ya es historia. No digo que el sistema tradicional sea malo, pero gracias al digital ahora hay más gente que hace cine. Es una revolución.
Por eso cada vez se estrenan más películas peruanas…
Sí. Pero cada una da más vergüenza que la otra. Para mí, el día que se estrena una película peruana es un día de fiesta, y después de verla es un día de duelo. Y eso que yo he hecho mucho por el cine peruano. He dedicado demasiado tiempo a conseguir apoyo y leyes para la cinematografía peruana.
Incluso sus peores críticos, como los de la recordada revista Hablemos de Cine, le reconocen haber peleado esas leyes.
Es como si me reconocieran que mido un metro noventa. Fueron batallas terribles, pero me han satisfecho mucho. Cada vez que una película peruana tiene éxito, aunque la película no me guste, me divido en dos: como realizador sé que es una cagada, pero como peruano digo “qué bestial”. Parece un poco esquizofrénico, y lo es.
Se dice que el cineasta peruano nunca hace la película que quiere, sino la que puede…
En mi caso siempre he hecho la película que he querido.
¿Pero le salía como quería?
Bueno, nunca. Ni siquiera cuando escribo. A mí nada me sale como quiero, hijo. Siempre me sale un diez por ciento.
Usted siempre ha calificado la crítica como la eyaculación precoz… de la función intelectual (risas).
¿No es irónico entonces que un grupo de críticos haya elegido “La muralla verde” como la mejor película peruana?
Quizá eso también es una eyaculación precoz (ríe). Bueno, yo siempre me he llevado bien con los jóvenes, creo que les caigo bien a los muchachos que siempre son iconoclastas, y está muy bien que lo sean. Y esto que me dices es fruto de un momento en el cual la crítica no ha estado monopolizada por un conjunto de vacas sagradas, sino que de repente ha entrado una vena de juventud. Sin que eso signifique que por provenir de un joven, toda crítica deba ser aceptada. No, la estupidez es patrimonio de la Humanidad, no es monopolio de una edad.
“La muralla verde” fue destrozada por la crítica en su tiempo.
No le fue mal, fue un éxito afuera. Solo fue un fracaso para los críticos peruanos.
¿Cómo lidió con esas críticas?
Lo que pasa es que yo soy sadomasoquista. La primera vez que leí una crítica positiva de una película mía, me sentí muy mal. Me dije: “si le ha gustado, debe ser que es una porquería” (risas). No te voy a engañar diciéndote que me hacen feliz las críticas, pero sí me da cierta satisfacción comprobar que estoy contra la corriente. Pero eso no me dura ni par de días, porque al rato se impone el conocimiento que tengo de que aquí en el Perú la crítica no significa nada. Que a un crítico no le guste una película no significa nada.
Decían que todo era puro autobombo. Que no había constancia de que “La muralla verde” hubiera ganado premios en el Festival de Chicago.
(Robles ríe y se pone de pie. “Ven”. Nos invita a pasar a su estudio. Apiñados sobre una repisa, descansan los tres trofeos Hugo de Oro del Festival de Chicago)
Con “La muralla verde” saqué premio a Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actor de Reparto y Mejor Fotografía. También tengo muchos premios literarios. Pero el premio que más me interesó, porque creo que fue decisivo para la promulgación de la ley de cine, fue el que gané en el Festival de Moscú con En la Selva no hay Estrellas. Era la primera película peruana que se hacía con un nivel técnico aceptable. Creo que eso le puso los pantalones largos al cine.
¿Hay alguna copia de “La muralla verde” en el país?
Está en video. Bueno, yo tengo una copia en película de 16mm que no está mal. Lo malo es que ese sistema tradicional envejece muy mal. Entonces esa copia, que es la única que queda, ni siquiera la quiero tocar. Es terrible eso de no ser dueño de tus películas, porque yo nunca he sido productor, salvo en “La muralla verde”. Quizá lo mejor sería pasarla a DVD. A La Muralla… no le fue mal en público. Lo sé porque yo era productor.
¿Cómo nació ese proyecto?
Yo tenía fresca mi experiencia como colono en la selva, y había escrito una novela que se llamaba “La muralla verde”. Fue un año de rodaje interrumpido por tramos. Yo quería que Anthony Quinn actuara. Ahí tengo la carta que me mandó diciendo que no podía. Muy linda. Conseguimos a Julio Aleman, un profesional impecable. Recuerdo una escena en la que tenía que meterse al río y estaba asustado. Carajo, tuve que calatearme y meterme yo, para convencerlo. Pero lo hizo muy bien. Yo me sentía muy cómodo porque reproducía una cosa que yo ya conocía. La Muralla habrá costado 120 mil dólares, lo que ahora te cuesta un comercial de un minuto. En comparación, a niveles internacionales, una película de razonable calidad técnica, no baja de los 500 mil dólares. Todos hablan de una película que es la más barata de la historia. Una mexicana …
¿El Mariachi?
Sí, creo que sí. Dicen que costó siete mil dólares. “Sonata Soledad” nos costó cinco mil dólares. Y yo la presentaría tranquilamente en cualquier lado.
La noche del homenaje a su carrera en el Centro Cultural de España, sorprendió a todos con el anuncio de su retiro definitivo del cine. ¿A qué se debe esa decisión?
Bueno, a mí siempre me han dicho que soy una persona patológicamente lógica. Tengo 82 años y, de acuerdo a las estadísticas humanas, en el mejor de los casos me quedan ocho o diez de años útiles de vida. Eso no quiere decir que de repente no viva un poco más, ya como viejo cojudo quizás (risas). Pero ocho o diez años no me alcanzan ni siquiera para tratar de hacer una película en el medio. Tal vez en otro país podría decir con tranquilidad “me queda tiempo para hacer cuatro o cinco películas más”. En este momento, aquí, apenas podría tratar de hacer una. Pero yo tengo otra vena creativa que es la literatura, que en mí es previa al cine y me ha dado muchas satisfacciones también. Hace poco he publicado un nuevo libro “Un hombre flaco bajo la lluvia”.
Tiene cuarenta años como cineasta pero solo ha hecho seis películas…
Sí, más o menos. Unas seis películas, más unos 25 cortos y mediometrajes y una telenovela de 100 capítulos que hice en Colombia.
¿Por qué se demora tanto un cineasta peruano en hacer una película?
Por dos razones, la primera es que aquí no hay tradición cinematográfica. Hay talentos, lo sé porque he sido profesor de cine durante muchos años, pero se malogran por la terrible dificultad que significa hacer cine. Y la otra dificultad es que la misma realización cinematográfica del cineasta es muy episódica y eventual, y si no tienes una continuidad creativa no te perfeccionas. La continuidad es esencial. Haces una película y ni bien la terminas ya sabes cómo no va a ser la otra (risas). Es muy difícil. Mi lógica llega a tal extremo que si alguien viene ahora y me dice te doy medio millón de dólares, como me ocurrió con Espejismo, lo pensaría dos veces. Hacer una película te consume el poco tiempo de vida que te queda.
“Un Drama de Dimensiones Trágicas”
El crítico de cine Sebastián Pimentel, director de la revista Godard!, sustenta la reciente selección de “La muralla verde” como mejor filme peruano
“La Muralla Verde es la compleja articulación de un lenguaje fílmico muy original, partiendo de un argumento sencillo donde no hay ninguna intriga policial, como en la mayoría del cine peruano. Para el protagonista, Lima está enferma y por eso decide irse a la tierra virgen. Sin embargo fracasa, lo que contribuye a una notable representación del drama nacional: es suyo el conflicto del hombre que no se encuentra en su propio país y que se la juega por este espacio inexplorado que no le pertenece y que, a su vez, tiene un espíritu secreto que solo se escuchará, que solo se mirará al final de la aventura. Se trata de un drama de dimensiones trágicas, que convierte a un personaje vigoroso -ajeno a la pusilánime resignación que caracteriza a los limeños- en el más frágil de todos los mortales.
“La muralla verde” muestra los esfuerzos de un hombre por ser feliz en una nación quebrada, imposible, y que todavía tenemos que “mirar” con detenimiento, más allá de las costumbres políticas que impone nuestro subdesarrollo. Con esta película, Robles toca las dimensiones más profundas y universales de la vida, y por eso es que sus imágenes tienen ese poder de conmoción inédito en nuestra filmografía”.