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miércoles, 17 de marzo de 2010

Segunda mayor ciudad de barro peruana revive a ojos de visitantes

Camajarquilla, ubicada en San Juan de Lurigancho, se compone de calles y muros de tres metros de altura. Pobladores visitarán centro que explique toda su dimensión arqueológica

rpp.com.pe Miércoles, 17 de Marzo del 2010  

La ciudadela de barro de Cajamarquilla, la segunda más grande de Perú y ubicada en el este de Lima, reúne valores desconocidos para los propios habitantes de la zona, que a partir de hoy podrán visitar un centro que explique toda su dimensión arqueológica.

Inaugurado por responsables del Instituto Nacional de Cultura de Perú (INC) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), el pequeño recinto se compone de paneles que recorren la geografía, la evolución histórica y la producción cultural de esta ciudadela de las culturas preincaicas Lima e Ychma.

Los pobladores del distrito limeño San Juan de Lurigancho, donde se levanta el centro arqueológico, tendrán la oportunidad de involucrarse en el proyecto de revalorización de la zona, que actualmente está rodeada de viviendas de familias de escasos recursos que invadieron las tierras para sus propios usos.
Desde la altura de una de las pirámides de Cajamarquilla, se observan unos trabajos aún incipientes para regenerar las 167 hectáreas de esta ciudad de barro, que en Perú sólo es superada en tamaño por Chan Chan.
Tanto la directora del INC, Cecilia Bákula, como la directora de AECID en Perú, Maite Núñez, visitaron la nueva instalación y los restos de este centro cultural, religioso y comercial.
En pleno valle del río Rímac, Cajamarquilla tuvo su esplendor entre los años 450 y 650, según la antropóloga peruana Ruth Shady, aunque su infraestructura se extendió hasta la misma conquista inca, en el siglo XV.
Shady, que dirige el proyecto arqueológico de la ciudad de Caral, la más antigua de América, publicó en 1982 un estudio sobre esta zona, que en su opinión ha perdido el paisaje cultural propio.
La ciudad de adobe se compone de laberínticas calles y muros de hasta tres metros de altura, construidos para contener las crecidas del río, así como de plazas ceremoniales, cementerios y recintos que, en general, están bastante deteriorados.
Un problema adicional son las invasiones de los asentamientos urbanos periféricos, que para Shady supone un ejemplo más de cómo el patrimonio cultural es aún "una fortaleza de Perú mal comprendida".
Por su situación geográfica, Cajamarquilla fue un área muy fértil y la principal ruta comercial entre el Altiplano y las comunidades de la costa del Pacífico, tanto en los años de la cultura Lima como de la posterior cultura Ychma.
El centro de interpretación se creó a raíz de un convenio por el que la organización no gubernamental CESAL realizó el planeamiento urbano de esta zona e identificó el complejo arqueológico como un foco de actividades culturales.
Todavía no existe presupuesto para cercar los restos arqueológicos y evitar su deterioro, pero el director de esa ONG, Javier Gabilanes, recordó que la primera vez que CESAL pisó Cajarmarquilla, en 1997, el centro parecía una "excentricidad" en comparación con las insatisfechas necesidades básicas de la población.
La prioridad del proyecto, en el que participan también el INC y la Universidad Católica Sedes Sapientiae, es la investigación y preservación del complejo, donde se han descubierto cerámicas y restos de sacrificios rituales como, por ejemplo, el esqueleto completo de un cóndor.

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